A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Sin rodeos y menos aún sin eufemismos. Y el asesinato del joven de 17 años por otro, dos años mayor que él, en la localidad sevillana de Gerena, no es un crimen sentimental, como se le ha referido, es un asesinato machista. Porque machista ha sido la causa que lo ha provocado. El amor romántico que proclama el machismo amparado por el patriarcado es el amor que propicia los celos, es el amor tóxico que anula a las personas y las coarta en un perverso juego de falsa propiedad.
Hasta hace poco también se le atribuía el calificativo de “crimen pasional” a los crímenes que hoy nadie discute que son machistas cuando un hombre mata a una mujer. Pero que un hombre mate a otro hombre, respondiendo a parámetros, igualmente machistas y patriarcales, lleva a que la definición sea la misma. En un caso: “te mato porque eres mía” y en el otro: “te mato porque ella es mía”.
Este asesinato no debe considerarse un caso aislado. Todo lo contrario, es un síntoma de una tendencia retrógrada de ideología ultraconservadora que va permeando en la sociedad. Como reacción al pensamiento feminista que debiera instalarse transversalmente en nuestras vidas se produce un pulso que arremete contra la lucha por la igualdad y la lucha en contra del patriarcado.
Este pulso, este propósito de contrarreforma alimenta y nutre el paradigma que habría que eliminar y que despierta, incluso, antiguos vicios como el de poner el foco en la mujer, culpabilizándola por su supuesta coquetería o supuesta frivolidad, en lugar de culpar al sistema machista y patriarcal que ha conformado nuestras mentes durante milenios, llevando a tantos hombres a asesinar en nombre del amor, del desamor y de los celos.
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