Sobran
todas las palabras cuando alguien querido, apreciado, o admirado fallece. Pero
cuando la persona a la que se quiere recordar vivía por y para las palabras éstas
se hacen necesarias. Antonio Jiménez Casero falleció ayer tras una traicionera
enfermedad que, a veces, cuando da la cara, ya es demasiado tarde. Amenazó su
vida cuando estaba concluyendo su última obra eLaberinto y se la ha arrebatado
mientras escribía una nueva novela sobre la Sevilla del Renacimiento.
Del
hombre sólo sé lo que cuentan de él mi hijo Pablo y mis hermanos, que tuvieron
la fortuna de tenerlo como profesor en el Instituto Pino Montano, pero del
escritor del que he tenido la suerte de leer toda su obra, reconozco un
espíritu comprometido, rebelde, sincero y feminista.
Antonio
Jiménez Casero, como su Medea, de la que me confesó, era su obra preferida, transitó
entre el mundo clásico y un mundo soñado, igualitario, tolerante, sin fronteras
ni discriminaciones, justo y sincero, pero aún inalcanzable.
Antonio
Jiménez Casero, como su Penélope, se rebeló ante la injusticia, la frivolidad y
la mentira también desde su blog “Crónica de la Indignidad” y desde las páginas
de sus libros siempre recordaría a los desheredados, a los marginados y como
no, a la mujer.
Antonio
Jiménez Casero, como su Diego Expósito defendió la dignidad de los hombres y mujeres del campo, aquellos zagales
con los que compartió lecturas al calor de la lumbre en su infancia extremeña y
criticó el poder y la soberbia de los señoritos que condenaron al pueblo a la
pobreza y a la servidumbre durante los años del franquismo.
Antonio
Jiménez Casero, como su Svetlana Sokolova, tuvo nostalgia del futuro, la única
patria decente para muchos y una obligación para todos, que, además, en su caso
se convertiría en una trágica premonición.
Antonio
Jiménez Casero nos ha dejado, pero se marchó regalándonos lo más preciado que
el ser humano puede dar: el recuerdo de su existencia a los que la compartieron
y su obra literaria y poética a los que convivimos con él a través de sus personajes
y pensamientos.
Gran hombre el señor Antonio. Mi dire del insti. Alto, esbelto, serio por fuera pero muy tierno y risueño por dentro. Gran personas lidera ahora el otro plano, y estoy convencida que con su sabiduría leccionará a todas esas almas que estén dispuestas, de nuevo, a bajar. Te echaremos de menos Antonio.
ResponderEliminarMagnífico profesor al que nunca olvidaré
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