El patriarcado ha dado más valor a la
muerte que a la vida y ese ha sido uno de los parámetros que ha posicionado de
un modo jerárquicamente superior al hombre frente a la mujer. Porque los
hombres eran los que iban a las guerras, mientras las mujeres se quedaban
pariendo.
Sin embargo, la muerte siempre ha
acompañado a la vida en el momento del parto, hasta hace dos siglos, al menos en
los países más avanzados. Y esa paradójica vinculación permanece en el inconsciente
colectivo femenino.
Sobre el embarazo aleteaba la sombra del
peligro que, a menudo, acechaba próximo a su final y en el que auguraba
reconfortante la presencia, ayuda e intervención femenina. No es casual que
fueran mujeres las matronas, como tampoco que el patriarcado les arrebatase ese
oficio con la llegada de la obstetricia en el siglo XIX ocupada por hombres.
El mismo siglo al que alcanzó en España
la persecución de brujas, ya que Fernando VII derogó la abolición de la
Inquisición que había decretado Napoleón Bonaparte primero y las Cortes de
Cádiz después.
Y es en esta época de retroceso que
vivió España en la que transcurre la novela Piel de Cordero. Y es sobre
la maternidad, la exclusividad femenina de dar vida y la violencia sexual
patriarcal, sobre la que giran las dos historias que la conforman.
La novela que las vincula con una
diferencia de dos siglos nos lleva a una Galicia rural que parece pertenecer al
medievo, pero que la situamos en el siglo XIX con la mención de la “histeria”.
La segunda parte de la obra, transcurrirá en el momento presente y no será
hasta el final cuando la historia de la bruja de Merlo se anude con la de la
joven Lola, atribulada por una relación sentimental de la que es incapaz de
librarse.
“Marina presentía que se iba a morir.
Sucedería mientras le extirpaban de dentro la criatura que estaba condenada a parir”
son las primeras frases de esta novela en la que la maternidad en todas sus
facetas: deseada, violentada, temida o arrebatada, será el hilo conductor de su
narración ágil, inteligente y hermosa y del universo de claroscuros en los que
los prejuicios, las mezquindades y la ignorancia hacen presa a la sociedad y
mella en las mujeres.
Su autora, la escritora gallega Ledicia
Costas, en esta su tercera novela que acaba de publicar, hace un comprometido y
sincero homenaje a las brujas, a las mujeres que fueron asesinadas por brujas y
a las mujeres de todos los tiempos condenadas por nuestra sexualidad en su
exceso o defecto y porque de nuestro sexo nace la vida.
ganas de leerlo y compartir, amiga
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