Cuaderno de Bitácora: La Toscana I

 

Caprarola

Día 1. 6 de junio

Los viajeros y viajeras del siglo XIX como Virginia Woolf, cuyo diario de su viaje por tierras andaluzas acabo de leer, llegaban a su destino cuando habían transcurrido días, incluso semanas desde que dejaban sus puntos de partida. El transporte, principalmente el tren, consumía ese tiempo que se empleaba en ir haciendo una composición mental para lo que se presentaría como tiempo de ocio y de descubrimiento de nuevas sensaciones. Ahora con el avión todo es distinto. Pasamos de la doméstica rutina al espacio que paraliza el tiempo cotidiano en pocas horas, por lo que la sorpresa es abrupta y a veces, incluso incomprensible.

Así fue la llegada a Roma y en un santiamén el camino a Caprarola en la región del Lacio, donde el Palacio Farnesio del siglo XVI se recortaba sobre un paisaje de olivos, cipreses y vides. Su arquitectura renacentista albergaba un interior colmado de frescos, en los que los trampantojos nos atraparon como fantasmagorías en las que se hermanaba el pasado pagano con la devoción católica y la mitología clásica con episodios bíblicos. Las paredes y los techos con bellísimos acabados grutescos aun conservaban la pátina de un tiempo en el que el heredero latifundista Alejandro Farnesio imaginó su papado como Pablo III para lo que convertiría a su hermana Julia, con tan solo 12 años, en amante del papa Alejandro VI, su antecesor. Y su planta pentagonal que inspiró la construcción del Pentágono en Washington nos sorprendió con un patio circular a cielo abierto con reminiscencias del Panteón romano y una escalera helicoidal majestuosa e impresionante, cuya vista desde lo alto asemejaba el interior de una concha y el movimiento de la obra de Escher.

Tras recorrer sus habitaciones y reconocer el privilegio papal de tan privilegiado enclave, pasear por los jardines de estilo francés, y por la finca en la que antaño la aristocracia cazaba y conspiraba ajena al dolor ajeno, se antojaba como un capricho mundano. Tras el cual y a la caída del sol la ciudad medieval de Viterbo se dibujó sobre el horizonte invitando a pasear por sus empedradas calles y conocer su Catedral de San Lorenzo. Aunque de fachada renacentista sus muros se levantaron en el siglo XII y custodian los restos del Papa Alejandro IV, entre austeras columnas y una discreta pila bautismal.

Fue en Viterbo, en su Palacio Papal donde estuvieron en el siglo XIII durante 34 meses, a mesa y mantel, los cardenales discutiendo la elección del Gregorio X que se encontraba de Cruzada en Jerusalén y ante la esquilma de alimentos y recursos, el pueblo de Viterbo decidió encerrarlos con llave (con clave) y reducirles la comida y el vino, incluso quitarles el techo de la sala en la que se encontraban reunidos para que la lluvia, el calor y las inclemencias del tiempo les instara a decidir quien sería el siguiente Papa.  En estas condiciones finalmente llegaron a un acuerdo. Y la visita a la escalinata de aquel acontecimiento suscribía el comienzo de un inolvidable viaje al corazón de La Toscana.


Palacio Farnesio

Frescos del Palacio Farnesio


Patio del Palacio Farnesio


Escalera Regia


Catedral de San Lorenzo de Viterbo

Palacio Papal





 

Comentarios