Semana Santa en Sevilla 2024

 

Virgen de La Encarnación de la Hermandad de San Benito

La humanidad estaba acostumbrada a que sus dioses jugaran en otra liga. En el Olimpo griego o en el Valhalla vikingo, diosas y dioses, nacían, vivían y morían ajenos a la vida en la tierra. En ocasiones interferían por capricho o venganza, pero por lo general, sus vicisitudes ocurrían al margen de los mortales. Sus virtudes y defectos creados a imagen y semejanza de la humanidad les conferían autonomía y libertad y sus gestas y epopeyas serían tan épicas que terminarían inscritas o memorizadas para la eternidad.

Sin embargo, en la historia de las religiones hubo un momento de inflexión, ocurrió un hito inimaginable que cambiaría por completo la concepción que la humanidad tendría de la divinidad: nació un dios de una mortal que, a diferencia de los semidioses griegos, se encarnaría y afincaría su primer reino en la tierra. Aquí viviría entre hombres y mujeres compartiendo alegría y dolor, descubriendo la miseria intrínseca al ser humano, pero también su infinita compasión. Fue su destino convivir con la humanidad y amarla hasta el punto de dar su vida a cambio.

Y esa fue la diferencia, el rasgo que lo distinguiría de dioses y diosas antiguas, de advocaciones lunares o solares, de creencias panteístas o monoteístas que aún siguen esperando al mesías.

El cristianismo, cuya Semana Mayor recuerda la pasión de Jesucristo cada primer domingo después de la primera luna llena de primavera, remarca el vínculo con su dios, enfatizando todo lo que de humano tuviera.

La conmemoración de la Semana Santa o de los grandes acontecimientos de los últimos días de Jesucristo, que narraron los evangelistas, se fecha en el año 325 coincidiendo con el Concilio de Nicea, y desde entonces ha ido cambiando hasta la que conocemos hoy.  

Semana Santa de incienso y azahar. Cristos crucificados y Vírgenes dolorosas mecidos por las calles sinuosas de la ciudad. Terciopelo a cielo abierto y arpillera entre sudor y pesar. Acordes procesionales de vino y miel. Y lágrimas que se pierden en la lluvia.

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