Diosa Astarté. Tesoro de El Carambolo
Si el siglo XIX descubre Troya y Cnossos, el siglo XX desentierra el tesoro de El Carambolo, pero a diferencia de los hallazgos de Heinrich Schliemann en 1872 y Arthur Evans en 1878 que se proyectaron al mundo como maravillas por conocer y visitar, el nuestro de 1958 aún oculta bajo la tierra los secretos de nuestros antepasados.
El asentamiento de la edad del Cobre ubicado en el cerro de El Carambolo del municipio sevillano de Camas se descubrió tras unas excavaciones a cargo de los dueños del terreno, en las que se hallaron 21 piezas de oro de 24 quilates datadas en el s. VI a. C, que pudieran pertenecer a un espacio de culto, reuniendo las características propias de los ajuares célticos.
Las reproducciones de estas piezas, porque las auténticas se
encuentran en la caja fuerte de un banco, han estado expuestas en el Museo
Arqueológico de Sevilla hasta que en 2020 se cerró como consecuencia de las
obras que se están realizando en su interior y cuya apertura está prevista para
2026.
Desde el año del descubrimiento del asentamiento prehistórico hubo
que esperar a 2016 para que la Junta de Andalucía declarara Bien de Interés
Cultural (BIC) los 29.450 m2 de terrenos “fundamentales para el conocimiento de
las primeras culturas asentadas en el Bajo Guadalquivir y en el suroeste de la
Península Ibérica” (1). Y, a marzo de 2022, para la firma del protocolo de
cesión gratuita con los dueños del terreno, con el que estos pasarían a ser de
titularidad pública.
El estudio de los terrenos y de las culturas que bajo ellos están
enterradas ha ido paulatinamente avanzando, pero no tan rápido como esperaba la
comunidad científica y académica. No obstante, a partir de ahora, es posible
que surja una nueva cronología, tras las conclusiones de las Jornadas Técnicas
sobre la hoja de ruta a seguir por la Junta de Andalucía para la recuperación
de este sitio arqueológico y sus posibilidades de apertura al público.
En el transcurso de estas Jornadas, celebradas el 22 de enero en
Sevilla, y que han reunido a expertos y académicos se ha debatido el futuro de
este enclave, considerado “centro ceremonial con amplia proyección territorial
y lugar de culto de referencia para la navegación en las rutas que unían el
Guadalquivir con el océano Atlántico” (2).
Y quizás sea este el momento idóneo para zarandear estas
investigaciones, a la luz de los últimos descubrimientos arqueológicos que
están poniendo en tela de juicio consideraciones que hasta la fecha se
proponían como indiscutibles. La reciente constatación de que los restos del
yacimiento de Valencina, también en Sevilla, pertenecían a una mujer de un
altísimo estatus de poder, ha dado un vuelco a las tradicionales teorías
androcéntricas. Así como el del yacimiento murciano de La Almoloya en 2021 que
sorprendió por descubrir la tumba de una mujer de un rango político y social
jerárquicamente elevado que gobernaba sobre un amplio territorio de la edad del
Bronce.
Así, ante este nuevo paradigma los dorsales del tesoro del
Carambolo, atribuidos hasta ahora a un jefe religioso o político o a un adorno
de toros sagrados podrían corresponder al soporte de una prenda de orfebrería
femenina, sobre el que se mostrarían los senos desnudos de la lideresa política
o religiosa, de influencia orientalizante, como el vestido de la sacerdotisa de
la serpiente de la cultura minoica.
Los enfoques y la mirada aplicada a la ciencia ha sido
tradicionalmente masculina por lo que las conclusiones estaban encorsetadas en
paradigmas androcéntricos que igual podrían no corresponder con la realidad,
sobre todo según corroboran los últimos descubrimientos. Por lo que el nuevo
tiempo que se abre ante el Carambolo es doblemente importante, es un nuevo
tiempo de interés desde la administración y un nuevo tiempo con mirada femenina.
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