Dos dientes han hecho falta para
certificar que los restos del enterramiento de hace 5.000 años descubierto en
Valencina, correspondían a una mujer. Dos dientes, porque en el caso de que la
Universidad de Viena hubiera determinado que eran los de un varón, con un solo
diente hubiera bastado. Dos dientes, para corroborar el hecho de que existió
una cultura en la Edad del Cobre en Sevilla en la que la mujer ocupaba un
rango de liderazgo.
Como nos cuenta Jacquetta Hawks en su obra
El origen de los dioses, fueron las piedras las que verificaron las
tesis de Arthur Evans de la existencia de una cultura anterior a la Grecia
clásica que la ubicaría en la Creta también de la Edad del Cobre (del 3.000 al 1.450 a.C. ) y ahora, una
vez más, han sido las piedras, en este caso como dientes fosilizados los que
han certificado que no siempre fue el patriarcado el que estructuró nuestra sociedad.
Hawks defiende, precisamente a partir de
un riguroso estudio arqueológico, que Creta fue gobernada por un consejo de
mujeres presidido por una sacerdotisa que representaba a la Diosa Madre y la filósofa
Victoria Sendón propone que incluso el nombre de Minos, pudiera no corresponder
a un rey sino a un título que se ostentaría cada ocho años, cuya elección era
potestad del consejo de mujeres.
Los restos arqueológicos descubiertos en
Valencina en 2008 que sorprendieron por lo ostentoso y cuantioso del ajuar
funerario, se le atribuyeron inmediatamente a un varón, que pudiera haber representado
un alto puesto en la jerarquía social de esa comunidad, siendo impensable que
hubiera podido corresponder a una mujer, ya que la perspectiva androcéntrica que
predomina las disciplinas científicas reconducen las conclusiones siempre al
mismo lugar.
Sin embargo, con esta conclusión obtenida
gracias al nuevo método de identificación del sexo a partir del análisis de
péptidos en el esmalte dental que aplica la Universidad de Viena, se invita a plantear una nueva relectura de la prehistoria y consecuentemente también de
la historia.
La señora del marfil, que así llamaron a
los restos arqueológicos, fue enterrada con los cuernos de elefantes africano y
asiático, ámbar probablemente procedente de Sicilia y una daga con hoja de
cristal de roca y mango de marfil.
Y precisamente a Sicilia llegaron
influencias de Creta, por lo que con los intercambios comerciales también
pudieron llegar noticias de culturas matriarcales o matriarcalistas o,
sencillamente pudieron desarrollarse en paralelo a ambos lados del Mediterráneo.
En cualquier caso, estas nuevas
conclusiones nos hablan de nuevas interpretaciones y de nuevos enfoques que
aplicar a la lectura de la prehistoria y de la historia, que posiblemente sea
parte de los motivos por los que las avispas sientan amenazado el avispero.
Pero de esto, hablaremos otro día.
Qué interesante.
ResponderEliminarEsto de los restos y huellas invisibilizadas es una constante. Me alegro de que ahora tengamos un ejemplo cerquita de una ciudad tan patriarcal. Habrá que añadirlo a las listas de méritos que un género se ha apropiado indebidamente, desde las impresiones de manos en las cavernas.
ResponderEliminarMe encanta Maria del Mar.
ResponderEliminarMe gusta sentir que me abren los ojos. Esa perspectiva que dices androcentrica que tenemos asimilada, al parecer, como parte de nuetro ADM.
También me gusta que sea de mi ciudad. La tierra que piso. Gracias