Las estrictas normas sociales decimonónicas, que impedían el total
desarrollo personal y profesional de las mujeres de la época, llevaría a que nueve
jóvenes españolas, entre las que se encontrarían Maruja Mayo y Margarita Manso en
la década de los años 20, a que paseasen sin sombrero por la Puerta del Sol, en
un acto de rebeldía contra esas rígidas reglas y que provocaría que las apedreasen.
Las sin sombrero,
fueron mujeres transgresoras que aspiraban a romper moldes y estereotipos,
desde los diferentes ámbitos a los que pertenecían: pintura, poesía, literatura,
escultura e ilustración, reivindicando su activismo e intromisión en el mundo artístico
e intelectual, históricamente atribuido a los hombres.
Así, desprenderse de una prenda, que socialmente
se exigía en la indumentaria tradicional, se convertiría en un símbolo de desobediencia
que se uniría al resto que vendrían en los movimientos feministas que estarían
por llegar.
Los sans-cullottes
serían el colectivo de trabajadores independientes, pequeños comerciantes y
artesanos que constituirían la mayor parte del ejército revolucionario
durante el inicio de la Revolución Francesa que
recibirían esa denominación por diferenciar su vestimenta de la de los
privilegiados a los que se enfrentaban.
Por lo tanto,
lucir pantalones largos sería también un símbolo de rebeldía y disconformidad,
representación de las clases trabajadoras, frente a los pantalones cortos
propios de la indumentaria de la burguesía y la aristocracia.
El pasado viernes
29 de julio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, invitó a los miembros
de su partido y a los de la oposición a no usar corbata con objeto de reducir el
gasto energético encaminado a enfriar los espacios ocupados por hombres vestidos
con chaqueta a 45 grados de temperatura y en medio de un cambio climático que nos
azota con estas olas de calor.
Este gesto
valiente de los que podríamos llamar desde hoy los sin corbata, que
pretende romper con las normas sociales de vestimenta, y que diferenciaría a
las clases comprometidas con el medio ambiente de las depredadoras, podría
convertirse en un símbolo también de rebeldía que rememoraría la osadía de las
sin sombrero y la lucha de los sans-cullotte en una suerte de nueva
transgresión, en ese caso, ecológica y planetaria.
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