El carro de heno de El Bosco
Y tras los idus de marzo llegaron los fastos y nefastos que nadie imaginaría: una presidencia y una pandemia mundial. De nuevo un gobierno socialista en España avivó las esperanzas del final de la contrarreforma en la que, desde hacía años, estábamos inmersos, pero el covid abrió un doloroso paréntesis que postergó todos los avances que esperábamos. Nos pilló desprevenidos, como despistados nos suele coger un imprevisto o un accidente y, cuando empezábamos a remontar la inesperada situación, un volcán entró en erupción, sin ser una figura retórica, sino una realidad que atizó a la isla de La Palma y nos mantuvo pegados al televisor. Las noticias empezaron a alternar los índices de contagios de la pandemia con las imágenes de una lava que recorría laderas y amenazaba con llegar al mar, acostumbrándonos a lo inimaginable: presenciar a tiempo real la desaparición de pueblos bajo la negra lluvia de ceniza volcánica.
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