Ofelia de John Everett Millais
Nunca es tarde, ni demasiado pronto, si la ocasión lo merece. Esto
es justo lo que acaba de suceder en el Parlamento catalán con la resolución
aprobada por los partidos de izquierda para reparar la memoria de los cientos
de mujeres asesinadas solamente en Cataluña durante los siglos XV y XVII.
Que en las agendas políticas haya
prioridades, nadie lo duda y, que esas respondan a criterios ideológicos, tampoco. Lo urgente tiene que convivir con lo importante y lo necesario con lo
imprescindible. Pero son las ideologías las que deciden poner estos adjetivos. Y
esto también es lo que ha sucedido en el Parlamento catalán, al traer a la
política de hoy, una cuestión antigua y no por ello menos importante y necesaria, para unos, que no para
otros.
Y es que la resolución aprobada tiene
más valor por lo que conmociona el imaginario social que por lo que en concreto
propone. Y es precisamente eso lo que ha provocado el rechazo de los
supremacistas de la moral. Esos, que en público dicen qué van a hacer y en
privado, hacen lo contrario.
Ya era hora de que los miles de
asesinatos sistémicos de mujeres bajo la excusa de crimen de brujería se
reconozcan como feminicidios de lesa humanidad. Ya era tarde para reparar la
memoria de los cientos de miles de mujeres matadas en toda Europa por
representar modelos de vida que colisionaban con el patriarcado. Y no es pronto
para que una institución que representa al pueblo de Cataluña y como Cataluña
es España, nos representa también a todos, para impulsar estudios medievales que
incluyan estos hechos en los manuales escolares.
Con esta atrevida, por inusual,
propuesta, el Parlamento catalán, como antes lo hiciera Navarra, y países como
Escocia, Suecia y Suiza, muestra una especial sensibilidad sobre una parte de la
historia europea y española que, pretendidamente, ha sido desconocida. Sobre
todo, cuando emulando la misoginia candente en la sociedad de los siglos XV y
XVII, ésta vuelve a estar de moda.
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