El rapto de Europa de Rubens
La vida nos da, a menudo, la oportunidad de demostrar lo que verdaderamente somos, y en esos momentos, es cuando mostramos nuestra auténtica esencia. Este es el caso que acaba de protagonizar el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la reunión del martes en Ankara entre los líderes de Turquía y la UE, al elegir pasar a la historia de la infamia, que escribiría Borges, en lugar de ocupar un puesto de relevancia en la historia de la lucha por la igualdad.
Este supuesto prohombre europeo que se
disponía a defender el Convenio de Estambul, contra la violencia machista,
antes de comenzar la reunión claudicó ante la intolerancia de un Erdogán que no
sólo ofendía a todas las mujeres del mundo, sino que además se mofaba abierta y
descaradamente de los países europeos allí representados por una mujer: Úrsula von
der Leyen.
El presidente turco colocó sólo una silla
para la reunión diplomática, a sabiendas de que eran dos las personas que asistirían
con igual rango, pero una de ellas era una mujer, por lo que a su juicio se
merecía, en el mejor de los casos, el sillón destinado a los intérpretes o
funcionarios. Esto, a ojos de la Europa igualitaria y democrática ya es
inaceptable, pero lo es más que Charles Michel, se sentara en esa única silla y
dejara de pie a la Presidenta del Consejo Europeo, provocando una fotografía
que recordará una rendición como la de Breda de Velázquez.
Durante unas tres horas Europa, sentada en
el sillón, fue raptada por un nuevo Zeus turco, ante la impasibilidad de un
europeo que perdió la legitimidad del puesto que ocupa. No fue una cuestión de
protocolo, fue una oportunidad perdida de intentar convencer con hechos lo que
se pretendía con palabras. Si Charles Michel hubiera elegido no sentarse en la
silla hubiera hecho más por la igualdad que los cientos de textos que elabora
la UE, pero se rindió ante el turco y consintió el rapto de Europa.
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