Las
elecciones norteamericanas nos han tenido entretenidos, en esta ocasión, como
en ninguna otra, hasta el último minuto. El nefasto protagonismo del derrotado Trump
ha llenado páginas de periódicos y horas de informativos de radio y televisión pero,
como todo lo que comienza, su mandato también ha llegado a su fin. Y como un
castigo del destino, el nombramiento del nuevo presidente no tendrá
trascendencia tanto por revalidarle el cargo, como por contar con una mujer y
mujer negra en su liderazgo.
La toma
de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos es el inicio del
final del trumpismo pero, sobre todo, es la inauguración de un nuevo tiempo en
el que la recién estrenada Vicepresidenta del Gobierno, Kamala Harris, podría
convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos de América. La
penitencia que lleva en el pecado el funesto Trump podría ser, además de su
salida de la Casa Blanca, el ver en ella a una mujer, tan próxima a la
presidencia como el transcurrir de los acontecimientos en torno a Biden
quieran.
La luz
que brilla hoy en Norteamérica es la que ha enterrado el trumpismo, pero
también es la que iluminará un momento que podría pasar a la Historia por enaltecer
un país de inmigrantes, de hombres de color y de mujeres que rompen barreras.
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