Y nos creíamos que con el cierre del año 20 estaríamos a salvo. El año 21 ha comenzado ofreciéndonos dos títulos de películas que, gracias a que los protagonistas han pertenecido al colectivo heteropatriarcal blanco, Spike Lee se ha quedado sin ella y, sin embargo, Michael Moore le puede sacar punta.
Es lo que tiene que la
ultraderecha juegue en democracia, que cuando no gana por los votos lo pretende
por la fuerza. La historia está llena de ejemplos de golpes de estado, que a
nosotros en particular nos trae malos recuerdos.
El paso de Donald Trump por el Capitolio
merece más de una reflexión que ahora sus compatriotas quieren arreglar con la enmienda
25 de su Constitución. Pero sólo tienen semana y media para ello, y lo que
puede ser poco para unos, es mucho para otros porque en tiempo trumptiano la
relatividad hace que los minutos puedan resultar horas para maquinar
maldades.
La Enmienda 25 permite la
destitución de un presidente y la transferencia del poder a la vicepresidencia
ya sea de forma temporal o permanente ante la incapacidad de continuar con las
responsabilidades presidenciales, por una enfermedad física o mental. La
sección número 4 de dicha enmienda permite así, al vicepresidente y a la
mayoría del gabinete declarar al mandatario incapaz de desempeñar su cargo.
Pero para ello necesitarían firmar y remitir una carta a los presidentes de la
Cámara de Representantes y al Senado y declarar al presidente como no apto para
gobernar o incapaz de desempeñar sus poderes y deberes. De ser así, el
vicepresidente Mike Pence asumiría automáticamente el poder hasta el próximo 20
de enero, cuando empezará el mandato de Biden. Y Trump tendría la oportunidad
de ofrecer una respuesta por escrito, y en caso de impugnar la carta, que sería
lo más probable, viendo lo visto, le correspondería al Congreso decidir, necesitando
una mayoría de dos tercios. Mientras tanto el vicepresidente actuaría como
presidente.
Esta fórmula que hoy se presenta
visionaria ante la personalidad de Donald que ha pervertido la imagen simpática
y adorable del pato de Disney, ha sido ya reclamada tanto desde el partido demócrata
como hasta del propio republicano. Ya que, según la presidenta de la Cámara de
Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, Trump aún podría ser objeto de un
juicio político o impeachment, al incitar a una insurrección armada contra
Estados Unidos.
Esto es el colofón de una legislatura
en la que el Comité de Relaciones Exteriores del Senado celebró en noviembre de
2017 una audiencia para considerar un cambio en la ley y prohibir que el
presidente pudiera, él solo, lanzar un ataque nuclear, después de que Trump preguntara
hasta en tres ocasiones sobre el uso de armas nucleares ya que, si las tenía,
por qué no podía usarlas. Fue en este contexto en el que el secretario de
Estado, Rex Tillerson, lo calificó de “maldito imbécil”.
Y es que el imbécil, y no nos
referimos al hermano de Manolito Gafotas que con cariño, imaginó Elvira Lindo,
ha provocado el posicionamiento incluso de las mismas redes sociales donde
vierte las más peligrosas e incisivas mentiras. Tanto Twitter como Facebook le
han retirado las credenciales para evitar que siga eructando improperios y Facebook
que se las mantiene retiradas ha presentado una subida de 2,5 puntos en bolsa
lo que connota que hasta los inversores están ya hartos del personaje que ha
alimentado a otros ultraderechistas como Bolsonario en Brasil o Abascal en
España.
Entre una película de acción con
el título Asalto al Capitolio a la que se le podrían unir cientos con
los argumentos que ha propiciado el año 20, prefiero que el año 21 comience con
un documental de Michael Moore que podría titularse The 25th amendment y
de paso reflexionar sobre los locos de la historia que han tenido el mundo a
sus pies.
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