Hacer cine es un ejercicio de perspectiva, de poner el foco en el largo plazo, de sortear dificultades y sobre todo de paciencia. Dedicarse a la cinematografía es practicar un simbólico triatlón en el que su finalización es incierta y en el que sólo la pasión irracional por la creación y la fábula explica el derroche de esfuerzos. Entre los muchos ejemplos que cuenta la Historia del cine vengo aquí a comentar el del diabólico maridaje entre ficción y realidad que tuvo por protagonista a Orson Welles. El mismo que daría vida en la pantalla a los clásicos Otelo, Macbeth, César Borgia, John Falstaff y a los modernos Charles Foster Kane, Franz Kindler, Michael O’Hara, Gregory Arkadin, Hank Quinlan a la vez que dirigía tras la cámara. Este controvertido director y actor que navegó entre el amor y el odio por Hollywood moriría sin ver en la gran pantalla su último trabajo, inacabado por motivos económicos y políticos. Al otro lado del viento, su póstuma película, se estrenaría en 2018, en la 75ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, 42 años después de su rodaje e incipiente montaje, gracias a que en 2014 los derechos del film fueron adquiridos por Royal Road y el proyecto de su finalización pasó a manos del director Peter Bogdanovich y del productor Frank Marshall. Al otro lado del viento fue la última apuesta de un director que, tras haber tocado el cielo, quería sortearlo y llegar más lejos.
Orson Welles dedicaría 7 años
de su vida al rodaje y, sobre todo, a la búsqueda de financiación para este
largometraje que, como una maldición premonitoria reproducía el tortuoso
laberinto económico que vivía el propio Welles. Al
otro lado del viento narra el último día de un afamado director de
cine que muere antes de terminar la película cuyo rodaje es el leitmotiv del
film. Una película dentro de otra para mostrar los dos pilares sobre los que se
asienta la producción cinematográfica; la pasión y las dificultades económicas.
Llena de simbolismo y crítica a la industria cinematográfica, el mismo Welles
expresaría también que en ella trataba de romper la idea del “macho”
tradicional. Partiendo moldes de género representará una sexualidad dirigida
por la mujer que, a pesar de seguir mostrándose como objeto de deseo para la
mirada del espectador e incluso del propio director, será la que marque los
tiempos y los espacios.
Al otro lado del viento finalmente construida sobre los
apuntes y el metraje editado y seleccionado por el propio Welles, es la última
obra maestra del maestro que irrumpió en el cine desde lo más alto con Ciudadano Kane. Welles
propondría un montaje enloquecedor, símbolo de la locura que conlleva el rodaje
de un film y el blanco y negro y el color para diferenciar el metacine, además
de un abuso de los primeros planos que, con el brillante uso de la luz, rozan
el expresionismo. Para dar mayor verosimilitud a lo que se relataba,
Orson decidiría la participación de importantes directores del momento, como
Peter Bogdanovich, actuando de sí mismos y darle el papel principal a John
Huston para que se interpretara con una salvedad: en la ficción la falta de
liquidez económica centraría el desarrollo de su último rodaje a diferencia de
la vida real en la que se encontraba rodando El
hombre que pudo reinar éxito de taquilla.
Como Fellini en su film Ocho y medio, Truffaut en La noche americana, o
recientemente Almodóvar en Dolor
y Gloria, Orson Welles, también en el ocaso de su carrera, estaba
reescribiendo su propia historia y, como en una ironía del destino, moriría
antes de verla proyectada sobre la gran pantalla.
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