La nave de los locos de El Bosco
La antropología ha descubierto y
catalogado las especies de homínidos que nos han precedido, desde el Australopithecus
hasta el Homo Sapiens, pasando por el Homo Habilis, Erectus, Georgicus,
Antecesor, Heildelbergensis, Neanderthalensis y los últimos Homo Floresiensis,
Naledi o El hombre de Denisova. No obstante, falta en esa clasificación el “Homo
Inscius”, que abunda y prolifera en la actualidad en tierras de ignorancia,
abonadas con falacias malintencionadas.
Del latín homo e inscius, este “Hombre
Ignorante” ni es nuevo ni es exclusivo del siglo XXI. Ha existido en todos los
tiempos y de ello dan testimonio los manuales de Historia. Hombres y mujeres
ignorantes, no por carecer de formación académica hoy, ya que el analfabetismo
por fortuna está erradicado en nuestro país, sino por dejarse engañar por
vendedores de crece-pelo, falsos profetas y bandidos que se atreven a amenazar
nuestra salud.
Estos y estas simples cuyas
arengas nos transportan a lo más profundo de la Edad Media, a esa época
precientífica y prerracional en el que el pensamiento mágico era el único modo
de concepción y de relación social, ha puesto de relieve el auténtico talón de
Aquiles de nuestra sociedad. Y no es la corrupción, ni el desempleo, sino la
debilidad mental de quienes carecen de muebles en el cerebro.
Terraplanistas, creacionistas y
antes que ellos milenaristas o geocentristas, inquisidores o celotes todos
tienen en común, el síndrome conspiranoico y el rechazo a la ciencia y a la
tecnología, precisamente las únicas habilidades del ser humano que le ha
permitido mejorar su calidad de vida y vencer enfermedades en otras épocas
mortales.
En pleno siglo XXI, en puertas de
una nueva década, la sinrazón regresa a nuestras calles gritando una vez más
“muera la inteligencia”. Porque es su muerte la que está en peligro, si 1.000
personas atienden a una convocatoria absurda, inconsistente, anticientífica y
sobre todo malintencionada. No es que no se merezcan la atención sanitaria
después de negar la existencia de la pandemia y la necesidad del uso de
mascarilla, es que nosotros no nos
mereceríamos el apellido Sapiens si no denunciáramos públicamente y hasta la
saciedad actos como la manifestación de ayer 16 de agosto en la Plaza de Colón
de Madrid.
Una manifestación “sin ideología”
que, sin embargo, pedía la dimisión del gobierno. Una manifestación en la que
se negaba la existencia de la pandemia que, sin embargo, denunciaba las miles
de muertes por corona virus. Una manifestación por los derechos y libertades individuales
que sin embargo, ponía en riesgo el derecho a la salud de los demás y la
libertad colectiva de aceptar convenientes las respuestas científicas y médicas.
Una manifestación en la que quedó reflejada para los antropólogos de hoy y del
futuro la mejor y más detallada descripción del “Homo Inscius”.
Comentarios
Publicar un comentario