Fox hunt de Paul de Vos |
No era difícil imaginar que tarde
o temprano, lo que reconocíamos como progreso sufriera un colapso, pero la
precisión con la que el escritor Antonio Jiménez Casero lo describe en su
última obra eLABERINTO es, como poco, sorprendente. “Es como si el
planeta tuviera un plan preconcebido, agruparnos en grandes rebaños de animales
perjudiciales para su propia supervivencia. De esta forma será más fácil suprimirnos
cuando llegue la hora (…) Vive uno con la sensación inevitable de que todo se
está yendo al carajo. Tres mil años de historia están en los contenedores de basura”.
Esta situación de confinamiento a
nivel planetario no la hubiéramos imaginado ni en las peores pesadillas. Esta
crisis sanitaria, económica y social llevará a la humanidad a las fronteras de
su propia definición. Tendremos la oportunidad de reinventarnos o, como quien
no aprende de la experiencia, volveremos a instalarnos en una posición de
salida encaminada a repetir los mismos errores: confiar en quienes anteponen
los mercados a las personas, con tal de seguir sumando cifras en sus cuentas
bancarias.
Sin embargo, en ese escenario,
hace ya algún tiempo, hubo quien apostó
por una unidad, al menos europea, con el objetivo de reducir desigualdades y
lograr un empoderamiento frente al Goliat que siempre supuso Estados Unidos. Y
en esto, Antonio Jiménez, también ha sido un certero agorero al poner en boca
de su personaje el comisario Fournier que “Europa se hundiría algún día por su
falta de cimientos”. Alemania y Holanda acaban de dar los primeros pasos al declarar
que se niegan a compartir los costes de la pandemia. Se oponen a conceder bonos
europeos sin condiciones a los países más afectados por el corona virus,
dejando lejos a aquella Europa que llevó el humanismo y la solidaridad en su
génesis.
Cuando es más necesario que nunca
creer en una Europa unida para compartir esfuerzos e investigación, análisis y
estudios, e incluso deudas económicas, el gran proyecto hace aguas. Cuando la
lealtad se tiene que poner en la primera línea de batalla, diluyendo banderas y
colores políticos, se enturbia tras intereses partidistas que nada aportan a la
colectividad. Cuando la población española debería tener un único objetivo,
confiar en el esfuerzo social, político y económico para afrontar el reto que
llegará tras la pandemia, se muestra dividida, polarizada y enconada en cuestiones
que disfrazan lo superfluo de importante. Mientras se continúa discutiendo y
porfiando que si son galgos o podencos, la tierra cumple su silenciosa y sibilina
venganza, y de paso se da un respiro.
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