España vuelve a estar en la boca de esos que vienen a salvarnos.
Los mismos que nos salvaron de las hordas marxistas y provocaron una guerra
fratricida. Los mismos que apoyaron y siguen apoyando 40 años de dictadura y la
cruenta represión que conllevó. Pronuncian España como si sólo les doliera a
ellos, como les dolió a la generación del 98. Y como único pasaporte electoral
llevan la bandera a todas partes, volviendo a apropiársela como ya lo hicieran
en el franquismo. Hoy por hoy nos vienen a salvar de los independentistas
catalanes. No hay más profundidad detrás de sus vacuos discursos disfrazados de
patriotismo de montería. Y con la misma pasión con la que el
nacionalcatolicismo franquista inventó la cruzada antirojos, ellos la
reinventan con nuevas tecnologías.
Es de suponer que a
estos, además de preocuparles España, les interesará también la administración de la cosa
pública y habría que desear que ésta no la gestionen como sus asuntos privados,
en los que no atienden a cuestiones, ni legales, ni éticas, ni de honradez. Ya
tuvieron un ejemplar maestro en el dictador que entre otras lindezas se
apropiaba de los alimentos que se donaban a España para que se incluyeran en
los lotes de beneficencia, los vendía y más dinerito para la saca. Esa era la
España en la que creía, en la misma que la Polo que visitaba las joyerías para
arramplar con lo que le vinera en gana. Y esto era sólo la punta del iceberg de
aquella España de corrupción sistémica que, irónicamente impuso, utilizando el
terror para ello, la ideología de que era la mejor de las Españas que se podía
imaginar.
Y con este mantra
llegan de nuevo a salvarnos, utilizando la mentira como ya lo hicieran sus
predecesores, con la única intención de apropiarse de lo que es de todos, el
maltrecho Estado de Bienestar. Con el único propósito de arrebatarnos derechos
y libertades, con el único objetivo de manosear España y convertirla en su cortijo. Es la España
que quieren y esa no es la España que quieren los españoles. Porque españoles
somos todos y a todos nos duele. Sólo cuando la bandera de España está detrás
de sus discursos xenófobos, machistas e insolidarios, nos sentimos extranjeros,
e incluso, extraterrestres.
Comentarios
Publicar un comentario