Los fusilamientos del 2 de mayo de Francisco de Goya |
Los sicarios estatales cuentan con el engranaje del
Sistema para ejercer su poder y con los instrumentos legales que les permiten,
incluso, esconder las perversas desviaciones del oficio. La ley de Amnistía
española de 1977 que permitió sacar de la cárcel a los presos políticos del
franquismo o lograr que se recuperaran los puestos de trabajos de aquellos que
fueron despedidos por defender la libertad y la democracia, benefició
subterfugiamente a los sicarios de la dictadura franquista.
Mientras en las calles de las ciudades españolas,
el clamor popular pedía a gritos la amnistía para los encarcelados por luchar
contra el franquismo, en el Congreso de los Diputados los benefactores de los
sicarios encontraron los vericuetos perfectos para echar una losa de hormigón
sobre el dolor, la tragedia y la represión sistemática y estatal ejercida sobre
cientos de miles de españoles y españolas.
Aquella amnistía permitió sacar de las cárceles
españolas a los presos políticos, pero también levantó un muro de silencio que
ha llegado hasta nuestros días impidiendo a los juzgados investigar los casos
de tortura y asesinatos que se produjeron durante los 40 años de dictadura
franquista.
Los Gobiernos latinamericanos que fueron surgiendo
tras sus dictaduras militares se inspiraron en nuestra Ley de Amnistía durante
los años de transición pero, tras la presión social, a día de hoy sus leyes de
amnistía están derogadas, permitiendo a los jueces condenar los asesinatos y
torturas ejercidas durante los años de dictadura.
Sin embargo, en España esa ley que ha protegido
durante todo este tiempo a los asesinos de la dictadura franquista sigue en
vigor.
Ese silencio que ha llevado a un desconocimiento
total del terror que el franquismo ejerció sobre la sociedad española y que,
aún se percibe entre nuestros padres y abuelos, ha beneficiado a aquellos que
se resisten a desvelar la verdad. No hay nada mejor para subyugar a un pueblo
que la ignorancia, la mentira y la creación de falsos monstruos tras lo que
esconder a los verdaderos.
El documental “El silencio de otros” dirigido por
Almudena Carracedo y Robert Bahar y galardonado con un Goya en 2018 que retrata
la lucha silenciada de las víctimas de la dictadura franquista, está haciendo
una importante labor pedagógica rompiendo, poco a poco, los ladrillos de ese
ignominioso muro de silencio.
Que las jóvenes generaciones españolas desconozcan
el horror de su pasado más reciente ayuda poco a que la sociedad madure. Los
jóvenes y sus padres y madres deberían conocer las violaciones de derechos
humanos que realizó el franquismo porque, sólo así, podrán evitar que vuelva a
repetirse, porque sólo si se conoce de dónde se viene se puede saber a dónde se
va, pero hay muchos intereses que torpedean el camino de la verdad.
Apelando a la Justicia Universal, donde los delitos
de lesa humanidad no prescriben, cientos de familias españolas se han
querellado contra los crímenes del franquismo, pero la Ley de Amnistía del año
1977 sigue bloqueando sus acciones y silenciando el dolor de todos aquellos hijos
de España que fueron asesinados por defender la libertad.
Aquellos patriotas cuyos cuerpos profanados por la
represión fueron tirados a fosas y cunetas merecen el respeto y el
reconocimiento de una sociedad, hasta hoy, ignorante. Aquellos patriotas exiliados
entonando “Suspiros de España” con los ojos llenos de lágrimas y dolor por
sentirse obligados a abandonar su tierra, merecen ser rescatados del olvido.
Aquellos patriotas que sufrieron el escarnio y la esclavitud de un sistema
deshumanizado y embrutecido, merecen ser recordados y enaltecida su memoria.
Porque sólo así España dejará de ser comparada con Camboya y podrá ocupar la
posición que le correspondería junto a las democracias más avanzadas del mundo.
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