El paso del tiempo cubre los recuerdos
y las imágenes con una pátina de romanticismo que muchas veces trasciende a la
propia realidad de la que surgen.
Los mineros en el siglo XIX utilizaban
canarios para detectar las emanaciones de gases peligrosos, y son recurrentes
las fotografías o imágenes de cinematógrafos de estos hombres portando jaulas.
Estas pequeñas aves son especialmente sensibles al grisú, gas mortífero
compuesto fundamentalmente por metano que podía causar la muerte a los mineros
por asfixia o incluso provocar una explosión sin llama.
Si los canarios morían al entrar en la
mina significaba que había un escape de gas y era necesaria la evacuación de la
zona. Actualmente la tecnología ha sustituido a los canarios por detectores de
gases y ha dejado para el recuerdo la imagen de aquellos pajarillos como
salvadores de mineros. Las aves se reconocen desde entonces como alertas
o avisos de posibles desastres y quizás sea una llamada de atención la
preocupante disminución de gorriones en nuestras ciudades.
Según la organización SEO/BirdLife, en
España los gorriones han descendido un 21% desde el año 2008, lo que
supone un total de 30 millones menos en tan solo una década. La contaminación,
el ruido, los alimentos de mala calidad o la falta de refugios, pueden ser
algunas de las causas, pero ninguna de ellas es concluyente. Lo cierto es que
en capitales como Berlín, París y Praga, las poblaciones de gorriones se han
reducido drásticamente y en Londres, Bruselas, Amberes, Gante o Hamburgo han
desaparecido prácticamente.
SEO/BirdLife están impulsando estudios
para concluir los motivos de su desaparición e intentar poner remedio, porque,
si al igual que los canarios alertaban a los mineros de un peligro seguro, los
gorriones podrían estar alertándonos de algo aún por determinar.
Y, si es preocupante que corramos el
riesgo de convertir en romántica la imagen de una ciudad con gorriones, lo es
más que haya alguna razón que nos obligue a una evacuación, que sería mucho más
difícil que la de los antiguos mineros.
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