De
nuevo papel mojado. El Papa Francisco decepciona. La Iglesia opta por cubrir
con un “estúpido” velo el mayor escándalo de su historia: 100.000 denuncias de
abusos a menores por parte de sacerdotes. Los padres de la Iglesia pierden la
oportunidad de reconciliarse con las víctimas, con sus fieles y con la sociedad
donde ejercen influencia.
La Cumbre vaticana que se
clausuró el pasado domingo 24 de febrero no ha servido más que para describir
cómo la Iglesia Católica sigue alejada de la vida de las personas a las que debe ejemplo. Todo el mundo tenía puesta la mirada allí, pero una vez más la
imagen se redujo a la pompa y el lujo de la sala regia del palacio pontificio a
la que nos tiene acostumbrada esta organización que irónicamente tiene la
pobreza y la humildad como fundamento.
Atribuyendo el problema al
diablo, recordando los mejores tiempos de la Edad Media, en la que la Iglesia
sigue anclada, el papa evitó resolver la putrefacción que les acompaña y, en
lugar de anunciar medidas concretas y eficaces, arremetió contra la lucha por
la igualdad entre hombres y mujeres. Desde su atalaya de dorada naftalina
vociferó que el feminismo no es más que un machismo con faldas, haciendo un
psicológico ejercicio de proyección, ya que son ellos los auténticos machistas
con faldas.
Se trataba de exigir sanciones
penales a los culpables, sin embargo, desvelaron que su preocupación, no era
definir propuestas rotundas como reclamaban las víctimas de los abusos desde
hace años, sino seguir manteniendo el estatus quo patriarcal para el que el
feminismo es una amenaza.
En lugar de anunciar grandes
medidas, esperadas por todos y todas, desvió el problema de los abusos fuera de
la Iglesia, como si con ello, su importancia fuera menor.
No reconoció la negligencia
intencionada por parte de los obispos ante los sucesivos y numerosos casos de
abusos, ni las ridículas sanciones que el derecho canónico impone a los
culpables, prefirió redundar en un discurso trasnochado y patético.
Así, seguirá siendo inevitable
el desapego generalizado a esta institución que como en España, además,
prefiere seguir ligada al franquismo y al machismo. Pero quizás les de igual
siempre y cuando sea tan bien acogida por los partidos de ultraderecha tan en
boga.
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