La huelga feminista de hoy 8 de marzo ha sido un auténtico
éxito independientemente del número de mujeres y hombres que la han secundado,
que por cierto ha sido muy numeroso.
Durante varios días la situación de la mujer dentro del
patriarcado machista dominante ha sido protagonista de programas de radio, de
columnas de prensa escrita y de espacios televisivos. Nunca antes se había
hablado tanto y en tantos foros de las discriminaciones, humillaciones y desigualdades que sufre la mujer en todo el
mundo y en todos los ámbitos de la vida.
Este 8 de marzo de 2018 será un punto de inflexión en la
lucha de la mujer contemporánea, posiblemente el comienzo de una nueva toma de
conciencia, un paso más para que el feminismo ocupe el lugar que le corresponde.
Ya se está empezando a reconocer el término “feminismo” como
“igualdad”. Cada vez está más alejado de aquellas connotaciones que el machismo
le había dado y que lo situaban al mismo nivel que la conspiración
judeo-masónica en el franquismo o el comunismo para los yanquis. Declararse
feminista era lo peor que una mujer podía hacer.
Hoy hay muchos hombres que abiertamente se declaran
feministas aunque todavía, también, aún hay muchas mujeres que son incapaces de
pronunciar esta palabra, tan denostada y vapuleada durante demasiado tiempo. Por
ello debemos continuar la senda que iniciaron aquellas valientes mujeres que
desde la revolución francesa defendieron la igualdad y denunciaron las
injusticias provoncándoles sufrimiento, insultos, amenazas e incluso la muerte.
La manifestación feminista de hoy 8 de marzo, como las anteriores
y las que vendrán se la debemos a nuestras madres y abuelas y a nuestras hijas
y nietas, a todas las mujeres silenciadas y olvidadas que lucharon por la
igualdad.
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