En un día como hoy parece que sobran las palabras, pero
éstas nunca están de más, sobre todo en un día como hoy.
Como entonan las cientos de manifestaciones contra la
violencia machista que recorren nuestras calles, las mujeres no queremos ser
valientes, queremos ser libres. Pero en este duro camino hacia la libertad hay
que derribar demasiados muros y hay que ser consciente de ello para fajarse.
La violencia machista, los asesinatos machistas son el final de un largo proceso que comienza con pequeños gestos de falso afecto o incluso falso amor, propios del régimen de patriarcado machista en el que vivimos.
Es complicado combinar la educación en las escuelas con las
vivencias familiares. Recuerdo con absoluta nitidez cómo en el colegio
intentaban inculcarnos una educación en igualdad que confrontaba directamente
con la educación en familia donde se me decía que por ser mujer tenía que
ayudar en la casa y que mi hermano no tenía que hacer nada: “para eso es un hombre”.
Indudablemente la educación en las escuelas es primordial,
pero también lo es la responsabilidad de los medios de comunicación a la hora
de reproducir esquemas machistas. De nada sirve que a la juventud se le diga en
los institutos que en las relaciones de pareja tiene que imperar el respeto y
la igualdad, si luego ven programas televisivos que muestran relaciones entre hombres
y mujeres llenas de machismos.
De nada sirven las campañas de concienciación, o las masivas
manifestaciones, si ilustrados miembros de la Real Academia de la Lengua
Española (RAE) como Pérez Reverte se mofan de que un hombre, como el ex ministro
Moratinos, llore.
Estos son sólo algunos de los muros que tenemos que romper,
pero empezaríamos a caminar con paso firme si, al menos, en los medios de
comunicación no se permitiera seguir perpetuando modelos machistas, ya fuera a
través de un Observatorio de Igualdad en los medios o un ente con nombre
cualquiera con capacidad de suspender la emisión de un programa si acomete
aberraciones machistas como vemos a diario, al igual que se suspenden las
emisiones de los programas cuando no alcanzan las audiencias esperadas.
Y también podríamos empezar a creer que estamos construyendo
una nueva sociedad en igualdad, si un intelectual rectifica su desafortunada
frase dando ejemplo de que esto está cambiando.
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