Las
Tres Espirales de Jean
Markale es la lectura que todos los años, entre octubre y noviembre,
releo porque me transporta a la espiritualidad celta tan presente en
otoño, ya que cada 31 de Octubre recordamos en familia la
celebración de esa festividad que para ellos era la más importante:
Samhain: “momento en el
que el tiempo era abolido y la noche equivalía a la eternidad”.
Markale
en esta obra de 1996 realiza una aproximación a la espiritualidad
del pueblo celta y nos invita a observar todo el sustrato que
ha dejado en nuestra cultura, a pesar de haber carecido de tradición
escrita. Lo que de él nos ha llegado ha sido a través de los
escritos de autores romanos como el historiador Plinio el Viejo,
Julio Cesar o a través de los monjes cristianos altomedievales,
algunos de ellos antes druidas.
Los
celtas creían que la escritura era la muerte de la memoria y que
sólo con la cultura oral, ésta se mantendría viva. Por eso los
“civilizadores
romanos” como los
define Markale, cortarían la lengua a todos los druidas, portadores
del conocimiento y de la memoria ancestral de ese pueblo que ocupaba
la mayor parte del territorio europeo, pretendiendo silenciarlo así
para siempre.
Pero
la fuerza de su espiritualidad ha perdurado y llegado hasta nuestros
días en forma de cuentos populares, mitos e incluso rituales
religiosos.
La
recolección del muérdago por druidas como símbolo de sustraer del
árbol sagrado el alma de la divinidad se tornó en la comunión
cristiana y la búsqueda del huevo de la serpiente en el mito
medieval del Grial. Pero de todos los símbolos, la espiral es
la base de la especulación metafísica celta.
La espiral, tomada de los antiguos constructores de megalitos y
convertida en triple (triskel en bretón) para dotarla del misticismo
de la tríada que luego adaptarían los cristianos en su idea de la
Trinidad.
Este
ensayo, concebido como un texto de pensamientos profundos y complejos
que llevan de una a otra propuesta sin que apenas nos demos cuenta,
nos descubre un pueblo que no cree en el pecado, en el sentido
judeocristiano del término, sino en el error o la falta y por lo
tanto ésta no es consecuencia de la transgresión de una norma, sino
de la debilidad del ser humano.
Como
expresa Markale: “la
andadura espiritual de los celtas es una mística en la medida en que
consiste en que el ser humano se integre a la totalidad de la Vida
que se manifiesta en una naturaleza salvaje, es decir, cubierta de
bosques, y ello en una comunión íntima con las fuerzas invisibles
que circulan por el universo, análogas a esos vientos que llegan
desde lo más lejano del horizonte, cargados de efluvios cuya
naturaleza se ignora pero que trasciende la mirada y permiten
descubrir paisajes insospechados”.
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