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“A
los que buscaron la verdad y lucharon para que nos alumbrase” son
las primeras palabras con las que, a modo de dedicatoria, José Calvo
Poyato, inicia su novela “El sueño de
Hipatia”, sintetizando en estas dos frases todo el propósito de la
obra.
“El
sueño de Hipatia” es un homenaje a la búsqueda del saber, a la
ciencia, al progreso y sobre todo a una mujer silenciada y ocultada
precisamente por defender el conocimiento y además ser mujer.
José
Calvo Poyato, profesor de historia, especializado en el barroco, opta
en esta ocasión por embarcarse en una aventura fechada en el mundo
antiguo.
En
el s.IV, entre el alba del cristianismo y el crepúsculo de la época
clásica, la historia que nos cuenta la novela transcurre en un marco
en el que se enfrentan dos concepciones del mundo: aquella en la que
el pensamiento único tiene y debe imperar, representado por el
cristianismo incipiente y, el pensamiento libre, heterogéneo y
tolerante de un mundo clásico en declive, en crisis y de cuyas
debilidades se aprovechará ese movimiento religioso que aspira a
imponerse.
“Nadie
debe ser condenado por sus ideas” expresa Hipatia, última
científica del mundo antiguo que vinculó su vida a las tradiciones
y costumbres de sus antepasados, que se enfrentó al poder de los
patriarcas de Alejandría, fanáticos que se empeñaron y
consiguieron acabar con las formas de vida del mundo clásico.
Por
ello, sobre Hipatia, símbolo de la resistencia contra el poder y
el integrismo eclesiástico, “cayó un manto de silencio”
escribe Calvo Poyato.
Hipatia
se convirtió en una amenaza porque representaba la rebeldía de una
mujer entregada a la ciencia y al progreso en una época en la que la
semilla del fanatismo religioso comenzaba a crecer.
Escribo
esta reseña cuando se cumple una semana del atentado yihadista de
Barcelona y no puedo evitar pensar cómo, a pesar del paso de los
siglos, el radicalismo religioso continúa provocando estragos, hoy
en nombre de Alá, ayer en nombre de Cristo.
La
quema de la biblioteca de Alejandría, uno de los episodios más
desgarradores de la novela, junto con la tortura a la que sometieron
a Hipatia aquellos fanáticos, simboliza el auténtico horror del
integrismo.
Calvo
Poyato cuenta que los cristianos destruyeron todos los escritos, todo
el saber que albergaba la biblioteca porque no coincidían con su
pensamiento. “Quemar aquellas ideas era una forma de quemar a
quienes las escribieron”, expresa el autor.
“En
aquella gigantesca pira se estaba consumiendo a toda velocidad la
constancia, el tesón y el sacrificio de miles de personas que, con
su trabajo, habían procurado arrancarle sus secretos a la
naturaleza, hacer más llevadero el esfuerzo de la humanidad o
propiciar alivio y consuelo a los enfermos y afligidos. De la mayor
parte de las obras que estaban ardiendo ni siquiera se guarda memoria
de su título”.
La
biblioteca de Alejandría acogía todo el conocimiento de la
antigüedad. El progreso de la humanidad hubiera sido más ágil de
haber contado con todos aquellos avances en medicina, matemáticas,
astronomía, física. Y por eso se convirtió en el objetivo de una
secta religiosa, al igual que en estos días, los espacios abiertos
de convivencia internacional, intercultural, interracial como
Barcelona son también objetivos a destruir junto a los infieles que
en ellos habitan.
No
es casual que escriba estas líneas, como no es casual que la
historia se repita. Son las constantes vitales de una humanidad que
no aprende de sus errores. Por eso es tan importante que
interpretemos estos momentos como advertencias, señales de alarma
que nos avisan del peligro de los que atraídos por cantos de sirena
se precipitan a los acantilados, abarrotados de personas, llevando
consigo cinturones de bombas y textos del Corán.
Es
por ello que lecturas como las de la novela “El sueño de Hipatia”
se hacen imprescindibles, por lo que cuentan, por cómo lo cuentan y,
sobre todo, porque su trasfondo es lo que cuenta.
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