Manuscrito Voynich |
Cuando mayor era el hedor a
podredumbre, cuando se descubrió que la descomposición del partido nacía de sus
propios cimientos, cuando lo corrupto estaba en todas partes, llegaron los
Presupuestos Generales del Estado y fue entonces, cuando los que abanderaron la
lucha contra la corrupción, se taparon las narices para que la peste no les
impidiera pulsar el botón que los aprobaría.
Olvidaron que, a esos a los que
apoyaban con los Presupuestos, habían llenado cárceles con detenidos y
condenados por corrupción y que, incluso la sede donde airean sus siglas tiene
las ventanas cerradas a riesgo de apestar la ciudad.
Como lágrimas en la lluvia que
expresaría Roy Batty en Blade Runner, se perderán las palabras de sus líderes
que irrumpieron en el escenario político con la bandera de la regeneración y de
la intolerancia ante la corrupción.
Frases que se las lleva el
viento como: "No queremos un
presidente que esté bajo la sombra de la Gürtel y del 'caso Bárcenas', ni con
la sede embargada” pronunció Albert Rivera ejemplificando el poder de un
futuro olvido. O aquella en la que manifestó: "El PP tapa la corrupción, no la combate”, animando a sus
votantes a creer en algo más que palabras.
“Esto
no es una plaga bíblica ni el sino de un país. Debemos ser ejemplares y cambiar
las normas para garantizar que los casos de corrupción sean anecdóticos y no
generalizados e impunes, como hasta ahora” expresó Ines Arrimadas,
portavoz de Ciudadanos en el Congreso, en un alarde de escasa visión del mañana. Y en
otra ocasión: “La corrupción es la
segunda preocupación de los ciudadanos y es un problema económico, no sólo
ético, que, según los estudios, puede suponer hasta el 20% del PIB” mostrando
que además, saben de números.
Y hasta su vicepresidente
primero del Congreso, Ignacio Prendes, comentaría que “es necesario acabar con la «excepción» de que los partidos no sean
responsables subsidiarios de las casos de corrupción que comentan sus
integrantes. Con el agravante de que se trata, además, de dinero de todos los
españoles. El objetivo es evitar que la corrupción campe a sus anchas y
devolver la confianza en las instituciones democráticas”.
Lástima que tanto esfuerzo, por
erigirse en adalides de la lucha contra la corrupción, se pierda, al permitir al
partido que gobierna, aprobar unos presupuestos, sin haber expiado antes sus
culpas.
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