The Wounded Deer (Frida Kahlo) |
Nunca antes con tan poco esfuerzo se había
conseguido que una idea o un mensaje viajara por el espacio y llegara a un
importante número de destinatarios.
El proceso de comunicación al que ya estamos
acostumbrados a través de whatsApp, twitter o facebook puede ser tan valioso
como un cuchillo para cortar pan que, como éste, también puede utilizarse para
herir a alguien.
Los mensajes que a diario recibimos a través de
estos canales no son siempre los más apropiados teniendo en cuenta el momento
de crisis social que vivimos como consecuencia de la violencia machista que ya
se ha cobrado en lo que llevamos de año la vida de 48 mujeres y ha destrozado
para siempre la de sus hijos e hijas, de los que casi nadie se acuerda.
La violencia machista es la consecuencia de un
pensamiento patriarcal consolidado en nuestras sociedades desde el
Neolítico, con la excepción de algunas civilizaciones semimatriarcales de la
Edad del Bronce.
La relación de poder entre hombre y
mujer se remonta al origen de las primeras culturas y las
religiones monoteístas se han encargado en todo este
tiempo de reforzar e inocularnos en el ADN la específica diferenciación
de las funciones en la comunidad según el sexo. Sin remontarnos demasiado en el
tiempo, el arzobispado de Granada editó en el año 2013 un libro que llevaba por
título “Cásate y sé sumisa” como ejemplo mayúsculo de la gran dedicación que
parte de la Iglesia Católica, en este caso, hace para redundar y perpetuar los
roles tradicionales en los que la mujer debe estar sometida al hombre. En
contraposición desde algunas instituciones políticas se ha trabajado en
dirección absolutamente contraria con la apuesta de la asignatura de
“Educación para la Ciudadanía” con la que se pretende romper los esquemas heredados por siglos de dominación machista.
Otras medidas, coercitivas contra los
maltratadores y de protección hacia las maltratadas que están puestas en marcha
también siguen siendo necesarias. Pero este problema que atañe a
hombres y a mujeres tiene una dimensión social y cultural que
desborda todo lo imaginable. Los pequeños micro machismos que todos y
todas realizamos en muchas ocasiones son muestra de ello. Y son
precisamente las redes sociales las que actúan de auténticos altavoces.
Es en ellas donde deberíamos asumir el compromiso de detectar los mensajes, que
escondidos bajo supuestos montajes graciosos no hacen más que reproducir
los esquemas machistas que luego queremos combatir. Es precisamente en
esas redes sociales donde debemos ser más beligerantes y no sólo no reenviando
los mensaje, sino además, llamando la atención a los autores o autoras e
invitándoles a reflexionar sobre lo que han escrito.
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