El cambista y su mujer (Van Eyck) |
La historia la escriben los vencedores y son
también los vencedores los que la reescriben, revisan e interpretan,
respondiendo a juicios ya establecidos, que lo único que hacen es llegar a las
mismas conclusiones ya instauradas.
Pero hay otra historia: una historia silenciosa,
callada, oculta, que late en la oscuridad del olvido y que espera paciente su
liberación.
Entre muchas de estas historias se encuentra la
del Acuerdo de Londres de 1953, en el que se firmó la condonación del 62,5% de
la deuda que Alemania había contraído como consecuencia de las dos guerras
mundiales que ella misma había provocado. Alemania se encontraba al borde de la
quiebra y los países acreedores entre los que se encontraba Grecia, decidieron
perdonarle 38.800 millones de marcos de la época, lo que le permitió reponerse
económicamente y colocarse posteriormente a la cabeza de las economías
europeas.
Pero parece que la memoria es frágil y el olvido
tozudo a la vista de los últimos acontecimientos ocurridos en el país vecino y
hermano, llamado Grecia. Alemania, como las antiguas ordas teutonas avanza sin
pegar un tiro en la aniquilación de Grecia, a pesar de haber sido el país que
más se ha negado en el último siglo a pagar sus deudas.
Sin gastar un euro en tanques, como los que los
propios alemanes les instigaron a que les compraran ante la sempiterna amenaza
turca, están saqueando una economía ya empobrecida hasta la médula y que
también durante la ocupación nazi fue expoliada por los alemanes.
Pero en esta historia, ha habido a quien sí le
funciona la memoria. Nina Lange y Ludwich Zácaro, estimaron que su parte de las
reparaciones de guerra y de los préstamos forzados de la ocupación nazi
ascendería a 875 euros y decidieron viajar en el pasado mes de marzo hasta la
ciudad griega de Nafplio en el Peloponeso para devolver el dinero. Según
explicaron en rueda de prensa calcularon su participación dividiendo la deuda
total de guerra de Alemania por los 80 millones de alemanes y declararon que:
“Estamos avergonzados de la arrogancia de nuestro país y de la de muchos de
nuestros conciudadanos hacia Grecia”.
De este gesto de generosidad podrían aprender los
prepotentes líderes de la Unión Europea que con sus coacciones, pisotean la
soberanía nacional del país que vio nacer la Democracia, a la vez que nos
enseñan a los demás el ejemplo de lo que nos puede pasar si al igual que ellos
osamos poner en tela de juicio sus exigencias.
La deuda griega, originalmente privada y luego
convertida en pública para, con el dinero de todos, a modo de rescate, reponer
las arcas de los banqueros, ha sido la excusa para devastar un país que creía
en la Igualdad que abrigaba el Estado de Bienestar.
Además, no se puede olvidar que Grecia le ha
pedido a Alemania desde el año 1944 hasta 9 veces el pago de los 3.500 millones
de dólares que le debe en concepto del préstamo que Hitler les exigió para
sufragar los gastos de la ocupación militar alemana.
Alemania nunca respondió a tal petición, aunque
si lo hizo a la de Polonia y Yugoslavia con la devolución de 20.000 millones de
dólares.
Si se actualizara la deuda alemana con Grecia a
fecha de 2010 aplicando el interés medio de los bonos norteamericanos ésta
ascendería a 163.800 millones de dólares. A los que habría que sumar el coste
de las reparaciones de guerra que se calcularon en 332.000 millones de dólares.
La cantidad estimada que Alemania debería pagar a Grecia seria entonces de
495.800 millones de dólares. Cantidad suficiente para que Grecia saldara todas
sus deudas actuales. Ya en el año 2011, Jaques Depla, economista francés que
fue asesor de Nicolás Sarkozi estimó que la deuda alemana con Grecia
actualizada, ascendía a 575.000 millones de dólares.
Pero esta deuda condonada no ha sido la única de
la que se han beneficiado los alemanes. Las deudas contraídas por Alemania en
concepto de indemnización a los países invadidos durante la Primera Guerra
Mundial y recogidas en el Tratado de Versalles fueron también condonadas en un
98% en el año 1932 gracias a la “Moratoria Hoover” y a las “Negociaciones de
Lausanne”. El 2% restante, Hitler decidió sencillamente no pagarlo.
El pueblo griego no se merece la sanguinaria
codicia de los que están haciendo negocio con su miseria. No se lo merece
ningún pueblo, pero menos aún aquel que mostró generosidad cuando los abuelos
de los alemanes de hoy le pidieron indulgencia.
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