Juan
José Morato, que tuvo el lujo de conocer personalmente a Pablo
Iglesias Pose, fundador de la UGT y del PSOE, describe en esta obra
la vida y la persona de uno de los hombres más carismáticos y
emblemáticos de la historia de España. Un hombre, cuyo
pensamiento deslumbraría a algunos, entre los que
se encontraba Benito Pérez Galdós o Unamuno y, cuyo
compromiso social, daría esperanza a muchos al proporcionarles
los instrumentos intelectuales para la lucha de clases.
El
autor desgrana en las páginas del libro la dura infancia que sufrió
Pablo Iglesias en una España empobrecida con unas gigantescas
desigualdades sociales. Infancia que marcaría su vida y su entrega a
los más débiles a los que nunca dejó de defender
incluso costándole, en más de una ocasión, la cárcel. Su
integridad, su austeridad, su honradez y lucidez de pensamiento le
atrajeron amigos y admiradores pero también enemigos que no cejaron
en levantar calumnias contra su persona.
Desde
las páginas de El Socialista, Pablo Iglesias Pose denunció
atropellos, brutalidades, arbitrariedades, suspensiones de garantías
constitucionales, y corrupciones electorales considerando que así
contribuía a la educación ciudadana. Y también denunció el
accidente laboral que el 8 de abril de 1905 se cobraría la vida de
30 trabajadores del Canal de Isabel II. Durante la construcción
del 3er depósito de agua con un material nuevo, el hormigón
armado, tuvo lugar el hundimiento de la bóveda del edificio que
también ocasionó heridas graves a más de 54 trabajadores. La
Justicia exculpó a los ingenieros imputados dando validez al
informe de uno de ellos en el que se argumentaba que la ola de calor
fue la causante del accidente, mientras, desde las páginas de “El
Socialista” escribió: las causas del hundimiento han sido la
codicia, el favoritismo, el compadrazgo, el chanchullo… El
terreno donde se construía no era el adecuado, pero su adquisición
fue un negocio escandaloso; el material empleado no correspondía a
la solidez que requería la obra y la inspección de los
trabajos realizados o no se efectuó o fue una farsa”.
Según
el periódico “El Liberal” hacía tiempo que la sombra de la
sospecha corría sobre los contratistas que se lucraban ahorrando
dinero en los materiales, lo que llevó a una multitud de
trabajadores y ciudadanos a que se concentraran para protestar,
llevando a la policía a disparar y provocar un muerto y catorce
heridos.
Sobre
la absolución de los ingenieros Iglesias dijo: “Sabemos bien que
la justicia burguesa es tan bondadosa con los poderosos que delinquen
como inflexible y dura con los
pobres que tropiezan en el Código Penal siquiera sea por faltas
leves … Estos fallos entrañan desprecio y crueldad hacia la clase
trabajadora…”
La
obra “Pablo Iglesias Educador de muchedumbres” publicada en su
primera edición en 1931 a pocos años de su muerte, el 9
de diciembre de 1925, es un homenaje a toda una vida de compromiso
social, desde el sindicato y desde el partido. Así los despidos y la
cárcel se convirtieron en algo habitual en su vida. Las empresas
editoras de Madrid acordaron no volver a contratar a Pablo Iglesias
como tipógrafo como consecuencia de sus reiteradas reivindicaciones
y protestas ante la explotación laboral, y su continua participación
en huelgas y escritos denunciando abusos y atropellos le llevó
a la cárcel hasta en 11 ocasiones.
A
la edad de 60 años Pablo Iglesias Posse fue elegido concejal por el
pueblo de Madrid, en unas elecciones municipales que se celebraron 8
meses después del accidente laboral del Canal de Isabel II y es
posible que en eso tuviera que ver su participación en el entierro
de las víctimas, que se convirtió en una gran manifestación.
Iglesias se dirigió a los asistentes y demostró, una vez más, su
inquebrantable compromiso en la defensa de los más
desfavorecidos. Era la primera vez en la historia de España que tres
representantes de la clase obrera formaban parte de un Ayuntamiento.
Como concejal expresó: “Tenemos el doble deber de cumplir: como
representantes legales del pueblo hemos de velar por los intereses de
todos; como representantes de hecho de los obreros hemos de mirar por
los intereses de éstos. Nuestra acción nos creará enemigos, no nos
importa. Merecer el odio de los que envenenan al pueblo, de los
que le roban, de los que te toman como cosa explotable, será para
nosotros una honra. ”
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