Olimpiada de Seul (Eduardo Chillida) |
Esta juventud sigue reproduciendo antiguos roles
que se creían superados, por lo que será siempre poco el esfuerzo de
instituciones y gobiernos, para mutar comportamientos, al menos en teoría, por
la mayoría rechazados.
Así este estudio no es más que la punta del
iceberg de un grave problema social que asola nuestra sociedad. Iceberg que
flota sobre un mar de 765 asesinatos de mujeres a manos de criminales no lo
suficientemente denostados. Asesinatos que arrastraron con ellos, a niños y
niñas convertidos en huérfanos a los que se les rompió la vida.
¿Es imaginable la conmoción social que provocaría
el titular: “765 futbolistas han sido asesinados en España desde el año 2003”?
¡Que golpe recibirían las conciencias si se publicara: “765 sacerdotes
asesinados desde 2003”! ¡Cuántas manos se echarían a la cabeza al leer: 765
médicos asesinados desde el año 2003”! Pero no han sido futbolistas, ni
sacerdotes, ni médicos. Han sido mujeres, personas que igual pertenecían a
grupos profesionales determinados o a organizaciones concretas a las que el
terrorismo machista les ha arrebatado la vida. Y no pasa nada, al
igual que pasó desapercibida la concentración del 26 de enero en Sevilla desde la
que se pretendió, en silencio, gritar el fin de este terrorismo que parece
cosido al ADN de nuestra sociedad y como todo lo genético: inevitable.
Una media de 64 mujeres son asesinadas al
año por asesinos en serie que como tales habría que tratar. Tienen perfiles concretos,
actúan de la misma manera y siguen similares procedimientos. Es hacia estos
potenciales criminales a los que habría que dirigir las campañas de
concienciación, sensibilización y educación. A estas alturas son ya pocas las
mujeres que no reconocen cuáles son sus derechos y donde radica la igualdad. Es
a ellos a los que hay que convencer de que la mano que menos aprieta es la que
más agarra, que la dignidad radica en el respeto al otro y que las dependencias
e inseguridades no se arreglan con la violencia.
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