Pobres criaturas

 


Hoy, hace justo una semana que se estrenó en Sevilla Pobres criaturas, protagonizada por Emma Stone y William Dafoe y dirigida por el cineasta griego Yorgos Lanthimos sobre el guion del australiano Tony McNamara.

La película, construida como un cuento finisecular de corte steampunk, es una reflexión sobre la ausencia de libertad de las mujeres.  La ausencia de libertad para viajar, para pasear solas y, sobre todo, para disfrutar de la sexualidad. Es así, la película una metáfora sobre el papel sexual de la mujer en la cultura patriarcal, aprisionada en convencionalismos sociales, que han basculado entre una supuesta inapetencia sexual supuestamente intrínseca a lo femenino, hasta la frigidez acuñada por los psicoanalistas. Entre ambos extremos queda una sexualidad pasiva, dirigida fundamentalmente a la procreación y sin grandes aspavientos, para no cruzar el umbral de la supuesta decencia. Porque si se traspasara se entraría en el terreno de la supuesta y peligrosa lujuria femenina, fuente de todos los males del mundo. Y en este contexto era necesario incluir la prostitución o esclavitud del siglo XXI que diría Rosa Cobo, que en la película aparece suavizada por los ojos inocentes de la protagonista. En este mundo distópico, ella intentará humanizarla en el habitáculo del prostíbulo, tras descubrir esa realidad brutalmente normalizada y por la que después será repudiada.

Pero todo esto había que hacerlo digerible y que mejor modo que vestirlo de fábula fantástica, de relato distópico, de espectáculo de maravillas en el que los personajes deambulan como marionetas inmersas en una historia dividida en actos o localizaciones.

La espectacular escenografía, el derroche de color, el provocador vestuario y el grandilocuente maquillaje, que podrían despistar del mensaje último de la película, al contrario, lo refuerzan. Es todo ello tan estrafalario como la sexualidad femenina destinada únicamente al uso y disfrute del hombre.

Pobres criaturas es así un ciclón de aire fresco, una ventolera antinormativa, una tormenta de granizo sobre el inmovilismo.

Divertida, efervescente, enérgica, la historia atrapa también por la empatía que despierta la inocencia de su protagonista que balbucea en un mundo por descubrir y que resulta hecho a la medida de los hombres.

Coproducida entre Irlanda, Reino Unido y Estados Unidos ha cosechado ya premios como el León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia, dos Globos de Oro y once nominaciones a los Oscar, lo que dice mucho sobre las posibilidades de continuar haciendo cine valiente y rompedor.

Comentarios