La pregunta



Virginia Woolf escribió un texto en 1928 sobre literatura y mujer para una conferencia, que luego se convertiría en una de sus obras más emblemáticas, Una habitación propia. En su disertación se preguntaba el porqué de la escasa producción literaria femenina en toda la historia, concluyendo que para escribir era necesario tener pene, una habitación propia y 500 libras anuales.


En 1970 Linda Nochlin escribirá un artículo preguntándose lo mismo, pero en el terreno artístico llegando a similares conclusiones. En su artículo titulado ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Nochlin postulará que “el arte no es una actividad autónoma y libre de un individuo superdotado `influido´ por los artistas anteriores y de forma más vaga y superficial, por las `fuerzas sociales´. […] Lejos de esto el arte se encuadra en una situación social y está condicionada y determinada por instituciones sociales, concretas y definibles, ya sean academias de arte, sistemas de mecenazgo o mitologías sobre el creador divino o el artista como `supermacho´ o marginado social”.


Entre un texto y otro pasaron 42 años y entre el último y este de hoy han sucedido 53, en los que poco hemos evolucionado cuando los pensamientos tanto de Virginia Woolf como los de Linda Nochlin me asaltaron durante una conferencia de Inmaculada Rodríguez-Cunill, recientemente nombrada catedrática de pintura, siendo la primera mujer de la historia de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla que obtiene este puesto.


Si Shakespeare en lugar de llamarse William se hubiera llamado Judith, como describe Woolf, nunca hubiera escrito sus grandes obras, porque no hubiera ido a la escuela, no hubiera viajado, no hubiera tenido un salario y la hubieran casado con 14 años para tener hijos y cuidar a la familia. Si Pablo Picasso, hubiera sido Paula Ruiz, como expresa Nochlin tampoco hubiera inventado el cubismo porque su padre no la habría llevado a la escuela de pintura, ni la hubiera apoyado en querer ser artista.


Por fortuna la catedrática Inmaculada Rodríguez-Cunill nació en el siglo XX y en España, beneficiándose de la educación universal. Sin embargo, a pesar de tener habitación propia y algo de dinero, carecía de pene y se topó con "instituciones sociales, concretas y definibles, como la academia de arte" que, a su mochila de ser mujer, le añadió piedras.


¿Cuál será entonces la pregunta que nos deberíamos hacer ahora, si pasado casi un siglo del texto de Virginia Woolf escribo estas palabras llamando la atención sobre el nombramiento de la primera mujer catedrática de pintura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla? 


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