Palestina es la herida por la que se desangra la humanidad


Fotografía de Mahmud HAMS/AFP

Hubo un dios hace mucho tiempo que de entre todas las tierras del planeta escogió una para el pueblo que le adoraba. Y teniendo en cuenta que a los dioses los inventaron los hombres, no fue sino un mortal el que eligió el territorio de Israel.   

   

Pero los adoradores de ese dios, según los textos del Éxodo, abandonaron aquella tierra perseguidos por el faraón y desde entonces han poblado muchas partes del mundo, alejados de aquel Oriente Próximo del que ya solo les quedaba lo que contaban los relatos bíblicos.


Mientras tanto y desde entonces, aquella tierra fue habitada por otros pueblos que fueron encontrando en ella, la tierra de sus antepasados y su hogar.


Pero, a miles de kilómetros y miles de años después ocurrió un genocidio en Europa y aquellos que fueron víctimas del nazismo se convirtieron de la noche a la mañana en verdugos al ocupar un espacio geográfico habitado por otro pueblo, ante la mirada impasible de las potencias europeas.


Pudieron elegir entre 40 territorios del planeta climatológicamente favorables, ricos en materias primas y despoblados como un territorio de Argentina en donde a nadie les hubieran quitado tierras, en donde ya vivía la mayor población de judíos del mundo, proveniente de Inglaterra, Alemania, Francia, de la Rusia zarista y del Marruecos español, y a la que se refirió el propio líder sionista Theodor Herzl en 1896 como “inmensa, con escasa población y con un clima moderado[1]”, pero recordaron que su dios les habló del territorio de la actual Palestina y tras haber sido perseguidos y aniquilados por los nazis eligieron ser ahora ellos los perseguidores y aniquiladores de hombres, mujeres y niños, practicando hoy el exterminio que ayer sufrieron sus abuelos.


Desde 1948, fecha en la que los judíos se apropiaron de las tierras de los palestinos, creando su “Estado de Israel” con el beneplácito de la ONU y el silencio de los países occidentales, el enfrentamiento entre judíos y palestinos ha sido una constante, que llena de sangre los titulares de nuestros noticieros y las charlas de nuestros cafés, mientras la muerte campa allí a sus anchas.


Es difícil comprender que alguien llegue a tu hogar y te diga que se va a quedar primero con tu salón, luego con la cocina, más tarde con el dormitorio y al final con las habitaciones, recluyéndote al pasillo de tu casa en el que se ha convertido Gaza.


Pero aun es más difícil comprender que se aprieten las tuercas hasta hacerlas explotar, que las políticas de ultraderecha de Netanyahu se acometieran a riesgo de encender el polvorín y que después del incendio pretendan convertir a los pirómanos en bomberos. 


Axfisiar hasta que el aliento se convierta en grito y luego juzgar el grito como si de un acto aislado se tratara es tan perverso como la justificación de la utilización de la maquinaria de guerra para evitar nuevos gritos.


El atentado de Hamas sobre Israel, como todos los atentados terroristas son absolutamente condenables, pero ha sido la excusa para que un gobierno radical y belicista acometa una intervención brutal sobre Gaza y de paso, con la matanza sistematizada de hombres, mujeres, niños y niñas palestinos asegurarse que aprendan  la lección y memoricen que el Estado sionista es más fuerte porque tiene poder y puede seguir tomando el espacio que se le antoje. 


 

[1] El estado judío pudo estar en Argentina otros lugares que se contemplaron National Geographic

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