Barbie, la película

 


Nunca imaginé que podría escribir sobre la muñeca Barbie porque nunca jugué con ella. Cuando salieron al mercado me pilló con más edad y a mi hermana Yolanda, nunca se la echaron los Reyes Magos porque se salía del presupuesto familiar, además, la imagen que proyectaba esta muñeca, nunca casó con mi ideal femenino.

Sin embargo, aquí estoy, escribiendo sobre Barbies y feminismos, y aunque a priori, pudiera parecer una contradicción, nada más lejos de la realidad porque la película es un auténtico alegato feminista.

Este film dirigido por la cineasta Greta Gerwy lleva a la gran pantalla y al gran público los asuntos que el feminismo trata a nivel teórico consiguiendo un crítico retrato de nuestra sociedad androcéntrica que ha molestado y ha destacado por el éxito de taquilla cosechado, el mayor de los últimos años.

Desde el humor y el desenfado y con una estética naif, colorista y divertida, la película desvela las fallas del patriarcado, así como sus consecuencias para las mujeres, pero también para los hombres, provocando su prohibición en países como Argelia, Líbano y Kuwait, al considerar que “promueve la homosexualidad y otras desviaciones occidentales”.

Pero, lo que propone realmente el guión de Barbie es romper el modelo patriarcal y, con ello, la masculinidad tradicionalmente establecida, así como la feminidad entendida al servicio del hombre, sin identidad, sin sexualidad propia y sin independencia del varón.

Y para ello, la directora se vale de la extraordinaria interpretación de Margot Robbie y Ryan Gosling quienes despliegan un derroche de frescura y emotividad que apuntala la intencionalidad valiente y descarada del film.

 El guion, escrito también por la propia directora junto a Noah Baumbach y al que se le presumía un gran reto, por aventurarse en el terreno movedizo en el que lo hacía, cumple las más altas expectativas, de originalidad, calidad narrativa y buen acabado, logrando que el resultado se corresponda con la abrumadora respuesta del público.

Y entre las múltiples e ingeniosas llamadas de atención que ofrece de apariencia inocente, pero de exultante acidez relativas al imaginario patriarcal, el propio cine también aparece retratado por su masculinidad con  guiños dedicados a El Padrino de Coppola y a Los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Paython, estos últimos, además, presentes en el galimatías de machirulos ejecutivos, cuyo líder, incluso se hace llamar madre, arrebatando la autoría de la muñeca a su verdadera inventora, Ruth Handler.

Barbie como el caballo de Troya se atreve furtivamente a atravesar los muros milenarios de nuestra cultura y, al igual que la inventiva de Ulises para tomar la ciudad mítica, esta atrevida e inteligente película ojala socave, aunque solo sea superficialmente, los cimientos de esta cultura, que ni ha sido siempre patriarcal, ni será eterna.

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