Vanitas vanitatis

 


Alegoría de la vanidad de Antonio de Pereda y Salgado

Lo llaman maternidad subrogada: un eufemismo para ocultar lo que en verdad hay tras ello: un mercadeo capitalista en el que el cuerpo de la mujer, se pone, de nuevo y en esta ocasión, al servicio de un suculento negocio de compra-venta de bebés.

Que Ana Obregón, experta en vivir de la prensa del corazón, haya puesto en la agenda de los medios este asunto, es de agradecer, habida cuenta de que sigue siendo una práctica habitual en España, a pesar de estar prohibida legalmente. Nuestra legislación no permite alquilar el vientre a una mujer en España para que cobije el desarrollo del embrión implantado que se convertirá en un bebé. Sin embargo, permite que se haga más allá de nuestras fronteras dejando regresar con el niño o niña en los brazos al que ha soltado la "morterá" a los intermediarios en el extranjero, después de tratar como mercancía a la mujer gestante, decidiendo sobre su cuerpo y su vida durante los nueves meses de embarazo e incluso obligándola a abortar si finalmente se arrepiente.

Los vientres de alquiler son una nueva forma de violencia sobre la mujer que accede a convertirse en gestante, habitualmente por encontrarse en alguna situación de vulnerabilidad. Y el confundido derecho de los homosexuales masculinos a trascender con su cromosoma, o el de Ana Obregón a satisfacer una necesidad de apego, no son sino muestras de vanidad, porque la paternidad y la maternidad se puede igualmente desarrollar con una adopción.

No obstante, si el problema para los primeros fuera que las adopciones tienen un largo periodo de espera, igual habría que poner ahí el foco de atención y si para la segunda fuera que con 68 años ya no se puede acceder, igual debería haberse aplicado el sentido común que a una auténtica madre le nace, de no querer dejar huérfanos a sus hijos.

Vanitas vanitatis

 

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