Babylon (Atención, puede contener trazas de spoiler)

 



La historia del cine se puede abordar de muchas maneras y desde diferentes perspectivas, y la que ha elegido Damian Chazelle en Babylon es una de ellas. Esta película que no deja ni un minuto al aliento, que arranca carcajadas y encoje el corazón, es un homenaje al cine, usando el cine como lenguaje y como expresión artística.

Babylon comienza en la época en la que los estudios eran barracas en mitad del desierto californiano y alcanza su punto álgido en el Hollywood de la desmesura, en las tramas que surgían en torno a la ciudad, que ya en la prensa sevillana de 1924 se describiría como “perversa”. El Noticiero Sevillano publicaría entonces: "Hollywood es la capital cinematográfica del mundo, allá en Los Ángeles californianos, llenos de misterios, de atracciones, de atrabiliarias madejas de liviandades. Hay dos Hollywood. Uno bueno y otro malo. Del segundo se saben   todas estas cosas: vida cara, espantoso derroche de lujo, asesinatos impunes, tráfico de drogas nefandas y contrabando de bebidas ponzoñosas, donde los más adictos a las drogas son los comparsas y las actrices de segundo y tercer orden”. 

Y todo esto lo describe extraordinariamente Chazelle en esta película que toca los asuntos más candentes entre el cine mudo y su época, consiguiendo convertir las tres horas de metraje en un santiamén. La consideración artística del cine que abanderará el personaje de Jack Conrad, interpretado por un Brad Pitt que se supera a sí mismo, sirvió de polémica en los tiempos más tempranos del cinematógrafo, dando como resultado el Manifiesto de las siete artes de 1911 de Ricciotto Canudo; y la contraposición entre cine y teatro que muestra la discusión entre Conrad y su tercera esposa, la famosa actriz de Broadway, reflejará la discusión que llegaría hasta las páginas de los rotativos, en noticias como la que publicaría El Liberal en 1912 y  que relata: 

“El Teatro San Fernando, donde se exhiben atrayentes películas se ve lleno diariamente, y a nadie puede ocultarse que el contingente que allí da la nota diaria, constituye un importantísimo elemento, restado a otros teatros donde no hay películas cinematográficas. Cierto es que la baratura del espectáculo constituye un poderoso acicate para la atracción del público; pero no lo es menos que, a seguir por este camino la indiferencia y la apatía, enseñoreándose de gradas y butacas en los teatros restantes darán por resultado dificultades insuperables para las empresas, que gastan buen dinero en derecho de propiedad, sueldos de artistas y otros menesteres de que no necesita un cine, por ejemplo, cuyos gastos, comparativamente, son muy reducidos. Y como no habrán de torcerse por nada y por nadie los gustos del público ni su predilección por éste o el otro espectáculo, las empresas, atentas a su particularísimo interés reflexionarán, tarde o temprano, en que nada les conviene como la explotación de los cinematógrafos, y el perjuicio será inevitable para actores y autores, cuyos medios de vida se irán empobreciendo lenta pero gradualmente”. 

Y esta crisis que viviría el teatro con la llegada del cine, la sufriría este último con la irrupción del sonoro, asunto ya llevado a la gran pantalla en películas como The Artist de Hazanavicius del año 2011 y con anterioridad en Sunset Boulevar de Billy Wilder de 1950, que también se verá en Babylon, así como las desventuras que vivieron actrices y actores, en la mayoría de los casos procedentes de familias modestas en su afán por llegar al estrellato y que Chazelle describe con el personaje de Nellie LaRoy interpretado admirablemente por Margot Robbie. 

Así, los personajes de esta cinta, inspirados en las propias actrices, directoras, actores y productores de la época, recrearán la historia de tres románticos, cuya vida no tendrá sentido más allá del cine y que a su vez, serán el alter ego del director y de su amor sincero o impostado, pero en cualquier caso, expresado por el cine, de su entusiasmo por sus luces y del reconocimiento de sus sombras. Nellie LaRoy, actriz de segundo o tercer orden como expresaría El Noticiero Sevillano en 1924, creerá encontrar en el cine la expiación de sus males y el sentido de su existencia, Mani, personaje que interpretará Diego Calva, observará primero desde la admiración, el lujo y el exceso que rodeaba al mundo del cine y luego desde dentro de la propia industria el supuesto potencial que el cinematógrafo ofrecía para redimir caracteres insalvables y Jack Conrad un actor afamado que verá el ocaso de su éxito con la llegada del sonoro. Los tres acariciarán y se dejarán acariciar por el glamour y la fastuosidad de Hollywood, antes incluso de Hollywood y los tres verán alejarse el sueño como un azote de polvo del desierto.

La música de Justin Hurwitz nominada a los próximos Oscars,  como mejor banda sonora, junto al diseño de producción y diseño de vestuario, se convierte en esta película en una protagonista más. Excepcional y exquisitamente escogida para cada momento sirve de excusa para contarnos la subtrama del trompetista negro que tendrá que tiznarse la cara para que la película en la que actuaba no fuera rechazada en la Texas segregacionista.

Damian Chazelle, director de las reconocidas películas Whiplash de 2014 y La la land de 2016, consigue con esta obra que, a quienes conocemos desde dentro el significado de un rodaje, nos identifiquemos con los personajes y con las situaciones que los enmarcan, (la secuencia del primer rodaje sonoro fue un revival de cualquiera de nuestras incursiones cinematográficas), y a quienes no han disfrutado o padecido la filmación de una película, un acercamiento pedagógico y divertido.

Babylon es un chute de adrenalina desde el primer plano que, a pesar de estar ubicado en un tórrido desierto, contrastará con el exceso que vendrá a continuación, es un nuevo homenaje al cine, que Brad Pitt repite después de Erase una vez Hollywood de Quentin Tarantino del año 2019; es un repaso a la historia del cinematógrafo en un juego de matrioskas cuyo virtuosismo se concentra en el desenlace de la película, en las lágrimas de Mani viendo Cantando bajo la lluvia, y es una dedicatoria al público sin el que el cine no tendría lugar. El travelling final de los espectadores y espectadoras de todas las edades, nacionalidades y clases sociales, simbolizando la democratización de la información y de la cultura que supuso el cinematógrafo, es el colofón de una historia cuya piedra angular, es la inmortalidad que sólo el cinematógrafo tiene la capacidad de lograr.

 

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