La fábula de la montaña y la libertad


Mount Hood Edward Hill

El actor norteamericano Gregory Peck, a propósito de la caza de brujas del macartismo entre los años 1947 y 1956 en Hollywood expresó: “Hay muchas maneras de perder la propia libertad. Puede sernos arrancada por un acto tiránico, pero también puede escapársenos día tras día, insensiblemente, mientras estamos demasiado ocupados para poner atención, o demasiado perplejos, o demasiado asustados”. Esta frase me viene a la memoria con motivo del episodio protagonizado por la Comunidad de Castilla y León instigado por su socio de Gobierno en contra del derecho al aborto, en contra de la libertad de aquellas que deciden tomar las riendas de sus vidas y en contra de la libertad de todas las mujeres y de todos los hombres que respetamos esa privada decisión.

Como Gregory Peck advertiría en aquella América macartiana, hoy podemos observar también que nuestra libertad la podemos perder como sangre derramada a bocajarro, o gota a gota, como los suicidios silenciosos en el agua de una bañera, a poco que nos descuidemos y sigamos demasiado ocupados en nuestras cosas, prestando poca atención o demasiado perplejos.

Hace unos días fue en contra del derecho al aborto, tiempo más atrás en contra del derecho a la eutanasia y aún más atrás, los mismos, pero bajo las siglas de otro partido, en contra del derecho al divorcio. Todos los derechos que nos hacen más libres y por lo tanto potencialmente más felices son contra los que arremeten y quieren eliminar entonando falsas y trasnochadas cantinelas. ¿Qué será lo próximo que nos quieran arrebatar?

Hoy embisten contra la tragedia de Algeciras, condenada desde el primer minuto por la comunidad musulmana y que, sin embargo, ya están utilizando para alimentar el odio con objeto de sumar adeptos que les ayuden en su particular cruzada de esquilmar nuestras libertades.   

Más nos vale que nos ocupemos, que prestemos atención y abandonemos la perplejidad o el miedo si queremos conservar la libertad que disfrutamos y que tanto les costó conseguir a nuestros antepasados. Porque la libertad, como las montañas, requieren mucho tiempo para lograrse, pero muy poco para perderse.


 

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