Cuando el machismo mata

 

                                    Perseo con la cabeza de Medusa. Estatua en la Piazza della Signoria, Florence

Que el machismo genera violencia es hoy una constatación que no se puede ocultar, entendiendo por violencia, todas y cada una de sus formas, sean estas psicológicas, o físicas, subliminales o explícitas. 
El machismo, como paradigma del patriarcado, considerado como un sistema político de control y dominio sobre las mujeres, extiende sus tentáculos con naturalizada precisión, se inmiscuye silenciosamente en nuestras vidas y se esconde bajo el peso de la costumbre y la tradición. Nacemos, crecemos y vivimos junto a él, en una suerte de soporífera ensoñación, que sólo cuando el golpe es ensordecedor o la fractura imposible de maquillar, despertamos.
La violencia que propicia el machismo y que encuentra su máxima expresión en el asesinato de mujeres, se ha cobrado ya un total de 1.171 muertes, contabilizadas desde el año 2003, las que ocurrirían antes quedarán en el olvido. Y a esta violencia habría que sumarle también el acoso, las violaciones, la explotación sexual y los asesinatos de los hijos o hijas de las madres contra las que se atenta. 
No obstante, y a pesar de esta tragedia, aún existen discursos negacionistas que revictimizan a las supervivientes y cuestionan las políticas contra la violencia de género y la educación en igualdad encaminada a su prevención. Estos mismos discursos simplifican la gravedad de los hechos, aislándolos del contexto ideológico en el que se producen y los reducen a minucias domésticas del territorio privado de las relaciones sentimentales, como si nada tuvieran que ver con la ideología que los alberga.
El machismo mata y cada año se cobra nuevas vidas de mujeres, a la vez que crea nuevos huérfanos y huérfanas que, en muchos casos, incluso, presencian los asesinatos de sus madres de manos de sus padres o parejas sentimentales, con el consecuente daño psicológico que les quedará de por vida.
Sin embargo, afortunadamente, y a pesar de estas corrientes ultraconservadoras que abanderan el inmovilismo y el status quo tradicional, el oscurantismo que alientan no hace suficiente mella. El ruido, la crispación y la mentira sobre la que pivotan terminan por aburrir junto con los cantos de catastrofistas agoreros con los que pretenden hacer creer que la igualdad es inmune al progreso y que la violencia no es una consecuencia del machismo.

Comentarios