A propósito del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia

 

“El agua nos une” es el lema con el que este año, la 7º Asamblea del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia se propone, no sólo reconocer el papel que históricamente la mujer ha desempeñado en los avances científicos y médicos, sino, además, promover que las mujeres nos convirtamos en agentes de cambio, para materializar el Derecho Humano al Agua y al Saneamiento en línea con la Agenda 2030 de la ONU y sus  Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

"Equidad, diversidad e inclusión" serán también los conceptos que marquen las líneas maestras de los trabajos que se desarrollen en torno a la conmemoración de este día que nació en el seno de la ONU en el año 2016.

Y su vinculación al agua en este año 2022 tiene todo el sentido, teniendo presente que la desigualdad de género pone de manifiesto grandes disparidades entre hombres y mujeres, que se repiten de forma sistémica, en relación a su acceso al agua, su gestión, su control y los beneficios que les aporta. 

El origen de esa desigualdad de oportunidades para el disfrute de los derechos humanos al agua y al saneamiento se sustenta en los estereotipos socioculturales que atribuyen a las mujeres determinadas funciones y atributos que sobredimensionan las diferencias de género. 

En los países donde el abastecimiento y saneamiento de agua no está garantizado en condiciones de disponibilidad, calidad, accesibilidad, asequibilidad y aceptabilidad, son las mujeres las que con mayor intensidad sufren estas carencias. La recogida y acarreo del agua, por ejemplo, que recae sobre las mujeres porque a ellas se les ha atribuido el rol de cuidadoras del hogar, las empobrece no sólo por el tiempo que dejan de emplear en tareas como su formación, actividades productivas o culturales, sino que además les provoca problemas de salud como dolencias musculares y anemias, además de situaciones de riesgo al exponerse a ataques de animales y a agresiones sexuales.

En relación al saneamiento, la ausencia de instalaciones adecuadas y privadas, el sufrimiento con respecto a los hombres también es desproporcional ya que las mujeres, especialmente de edad avanzada, con discapacidad o embarazadas no pueden ni bañarse, ni gestionar su menstruación de forma segura y en intimidad. Esto, sumado al miedo a sufrir también agresiones sexuales, les lleva a reducir el consumo de líquidos para evitar la orina, lo que les provoca deshidratación, o si la retienen durante mucho tiempo infecciones de vejiga y de riñones.

Un estereotipo de género resulta perjudicial cuando limita la capacidad de las personas para desarrollar sus aptitudes o preferencias personales, proseguir su desarrollo profesional o adoptar decisiones sobre su vida. Y es ilícito cuando vulnera los derechos humanos y las libertades fundamentales. Por eso, que este año el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia se vincule al agua es un acierto para visibilizar tanto las dificultades con las que se encuentran mujeres y niñas para acceder a profesiones científicas como las desigualdades de género ante el abastecimiento y saneamiento de agua.

Romper los estereotipos de género que durante milenios han constreñido a las mujeres y a hombres a representar roles determinados culturalmente, e independientemente de sus aptitudes y preferencias personales es una necesidad hoy, 11 de febrero y todos los días del año.


 

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