El tesoro estaba aquí



En el año 2015, viajamos hasta la bretaña francesa, buscando el encantado bosque de Brocilande de Merlin, el impresionante alineamiento neolítico de Carnac y, sobre todo la espectacular abadía del Monte Saint-Michel. Nos maravillamos con cada una de aquellas experiencias que, además, compartimos mágicamente con nuestros peques. Pero, al regresar, paramos en la localidad segoviana de Sepúlveda y descubrimos que el tesoro estaba allí. En las aguas de un lago que emanaba de un manantial en cuya gruta nos introdujimos para beber de la fuente que brotaba de las entrañas de la tierra.

Este verano hemos recorrido Guipúzcoa, buscando la cinematográfica playa de Zumaia, el hermoso peine de los vientos de Chillida y los acantilados de  Flysch de Mutriku. Disfrutamos en cada uno de esos inolvidables momentos, compartidos también con nuestros hijos ya no tan peques. Pero, de vuelta a casa, nos acercamos a la ciudad onubense de La Antilla y el tesoro estaba allí. En la luz del atardecer, tamizada por el colorido de las casetillas de las artes de la mar. El tesoro estaba en la orilla de un mar plateado salpicado de gaviotas que contemplaban el horizonte sobre la efímera arena de la ría. 






 

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