La cultura en ferrocarril

 

 


La primera concesión que el gobierno de España otorga para la construcción de un ferrocaril se realiza el 28 de marzo de 1830 y se hace para Marcelino Calero Portocarrero quien pretendía construir una línea ferroviaria desde Jerez de la Frontera hasta el Puerto de Santa María, sin embargo, cedida años después no tendría éxito y caducaría en 1838.

Habría que esperar hasta 1877 cuando el sevillano marqués de la Gándara, Joaquín de la Gándara Navarro, y el malagueño marqués de Casa-Loring, Jorge Loring Oyarzábal constituyen la que sería la tercera Compañía ferroviaría más importante de España, la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces y deciden la construcción de una red de ámbito regional que incluyera la mayor parte de los ferrocarriles existentes, o en condiciones de construirse en el sur de la Península. Así las líneas principales que contruirían serían los ejes de Sevilla a Jerez y Cádiz, de 158 kilómetros, y el Córdoba a Málaga, que se prolongaría al norte hasta las minas de Belmez y al este hacia la ciudad de Granada, con 386 kilómetros en total. En medio, se configuraría una línea transversal desde Utrera, en la línea de Cádiz, a Osuna y La Roda de Andalucía, en la línea de Málaga, con un total de 129 kilómetros. La red, se completaría con la línea de Jerez a Sanlúcar y Bonanza, de 29 kilómetros, y la de Marchena a Écija, de 43 kilómetros. Esto daba a la red de la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces una extensión de 745 kilómetros en el año 1880, casi el 12 por ciento de los ferrocarriles puestos en explotación en España[1].

Desde entonces el ferrocarril ha estado intimamente ligado a la evolución de las ciudades y ha servido de indicio para medir el grado de industrialización. Por el ferrocarril se han transportado materias primas y mercancías de todo tipo. A través de las líneas de ferrocarril se movieron las tropas de soldados en las últimas guerras europeas y por el ferrocarril viajamos hoy para movernos de un lugar a otro o para hacer turismo.

En Euskadi, lugar donde el ferrocarril tuvo una gran importancia, como en muchas otras comunidades españolas, a finales y principios de siglo, aun quedan restos de aquellas primeras máquinas expuestas en un museo que se encuentra en la localidad guipuzcoana de Azpeitia.

Una locomotora de vapor realiza el viaje desde esta localidad hasta la próxima de Lasao, entre un umbroso bosque de hayas y robles, rememorando aquellos primeros viajes en tren que llevaban crónicas de una ciudad a otra, vidas que acababan y vidas que estaban por comenzar, y llevaban y traían esperanzas y desesperanzas.

Recrear aquellos viajes, hoy preñados de romanticismo por la pátina de olvido y de vejez que los cubre, resulta una hermosa experiencia y un homenaje a aquellos pioneros que entendieron que el ferrocarril sería muchos más que el transporte de mercancías, porque, como los antiguos fenicios con el comercio, a través del ferrocarril viajaba la cultura.






[1] Cuéllar Villar, D. (2007). El ferrocarril en España, siglos XIX y XX: una visión en el largo plazo. Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid

 


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