La misma al revés

Baignade de négrillons 1897. Catalogue Lumiere

Christopher Nolan hizo el año pasado una nueva apuesta en la que el viejo juego con el tiempo es, una vez más, el centro de la trama. En Tenet vuelve a flirtear con las paradojas intertemporales y nos retrotrae a aquellas primeras imágenes inverosímiles en las que el cinematógrafo creyó atrapar el tiempo y darle marcha atrás.  

La llegada del cinematógrafo a las principales ciudades del mundo transformó los gustos y costumbres de aquella sociedad finisecular y como todos los cambios tecnológicos modificó la percepción del tiempo y el espacio. El cinematógrafo fue capaz de captar la imagen y ponerla en movimiento, robando así el tiempo y rompiendo la lógica hasta entonces conocida. Contemplar la proyección de imágenes cotidianas a la velocidad de la manivela se convirtió en un entretenimiento fascinante que en seguida descubrió, además, cómo el tiempo podía retroceder. Al igual que los personajes de Christopher Nolan se nos muestran en Tenet como en una moviola, transcurriendo hacia atrás, las incipientes historias que el cine mudo ofreció en los cinematógrafos se proyectarían al revés. Y aquella “ilusión de óptica que iba mucho más allá de lo que podía forjar la imaginación”, como expresaría la prensa de la época, provocaría en aquellos primeros espectadores la misma sensación que Nolan nos incita con su último trabajo, estrenado en el fatídico año 2020 como una premonición de lo que estaríamos dispuestos a renunciar por manipular el tiempo.  

El 13 de febrero de 1897 El Noticiero Sevillano publicaría: “Gran éxito.- Cinematógrafo Lumiere. El asombroso efecto que produce la vida del revés ha sugerido al inventor de este maravilloso aparato la idea de hacer disfrutar al público sevillano de sus primicias. Decir que las escenas de la vida real se desarrollan de modo opuesto a lo que debe ser, es enigmático, pero para hacerse cargo de ello y que desaparezca toda clase de duda, ir Sierpes 68, y ver.” Es así que, desde los mismos orígenes del cine los operadores encontrarían interés en proyectar las películas al revés encontrando gran entusiasmo en el público.  La primera película que se exhibiría retrocediendo las imágenes se titularía Baño de negros, y se proyectaría el 15 de febrero de 1897 en el cinematógrafo Lumiere, en el nº 68 de la calle Sierpes, anunciándose como “La misma al revés”. El interés que ello despertaría en el público que, a menudo, o se desternillaba de risa o quedaba perplejos por lo extraño de la realidad que se le presentaba ante los ojos, llevará al mismo periódico a publicar en 1899 que “con el descubrimiento de este admirable mecanismo podemos decir que no hay tiempo pasado que no podamos traer al presente. El tiempo no es otra cosa que la sucesión de los acontecimientos. El cinematógrafo nos presenta estos en cualquier momento en la misma forma que acontecieron y en el orden natural que se sucedieron los detalles. Pero también podría variar este orden y presentarnos los sucesos precisamente por el fin y en orden inverso, con solo hacer pasar la película por delante del reflector por su extremo opuesto (…).”   

Desde entonces el tiempo ha sido parte esencial en el cine. El tiempo robado y devuelto en un truco de magia, a la que le debemos nuestra fascinación.   

Creemos vivir en un tiempo lineal, pero quien sabe si acaso existen los universos paralelos como en Las vidas posibles de Mr. Nobody o el tiempo pudiera ser un eterno bucle como en Código Fuente.  Lo único cierto, quizás sea que, al igual que anunciaba el cinematógrafo, la misma al revés, a menudo, es la vida la que nos parece al revés.  

 



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