Elecciones planetarias

 


Hace años un amigo comentó que deberíamos poder votar en las elecciones norteamericanas, habida cuenta de la influencia que su resultado tiene sobre nuestra economía y, con amplitud de miras, sobre la economía mundial, por lo que quizás se quedara corto en su propuesta de sufragio.

El espectáculo trumpiano acaba de empezar y aunque su gira no cruce literalmente el Atlántico si lo hará la repercusión de sus malintencionadas ocurrencias. Decir que el corona virus se curaba ingiriendo lejía ha pasado a la historia de la estupidez y ha sido recientemente eclipsado con el descubrimiento del sentimiento patriótico que le llevó a no pagar impuestos en 11 años según reciente publicación del New York Time (1).  Es sintomático que los que se envuelven en las banderas sean los principales usuarios de los paraísos y de las amnistías fiscales o los primeros en sufrir pérdidas de memoria en periodos de declaraciones de la renta. 

Jactándose de ser bueno en los negocios y mejor evitando los impuestos, Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos no para mejorar la vida de los ciudadanos y ciudadanas sino para favorecer sus propios negocios y los de sus allegados con la excusa de la seguridad y el orden. Y tras cuatro años en los que hemos visto peligrar hasta la venta de nuestro aceite y nuestro vino ante la imposición de nuevos aranceles, de nuevo se enfrenta a un candidato demócrata, en esta ocasión de 77 años, al que intentará arrebatar el triunfo electoral. 

Es difícil entender que entre los demócratas norteamericanos no haya alguien más joven para subirse al ring en el que ya han convertido estas próximas elecciones, porque para ganar a un multimillonario descarado y faltón, fajado en el circo y arropado por los algoritmos de internet, hará falta mucho más que la sabiduría que se le presupone a un candidato de esa edad. Sobre todo, si lo que está en juego son unas elecciones planetarias.

(1) Noticia del New York Times

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