Ondas gravitacionales


Hace aproximadamente un mes de la polémica en torno al acuerdo entre el Gobierno y Bildu para aprobar la quinta prolongación del Estado de Alarma, y como parece que las aguas están menos revueltas, quizás sea el momento de hacer una tímida reflexión.
Que el Estado de Alarma fuera un instrumento del Gobierno para proteger nuestra salud, supongo que pocos podrán discutirlo, al igual que la soledad en la que se encontraba ante la negativa de la mayoría del Congreso a apoyar la continuación de una situación en la que se pretendía reducir el índice de contagiados por Covid. Los partidos que se autodenominan patriotas, como si los otros no lo fueran, se negaban a ampliar el Estado de Alarma, alegando que ya no era necesario, cuando los porcentajes de enfermos seguía siendo altos.  Y esto provocó que el Gobierno se encontrara en una situación in extremis buscando apoyos, por el bien de España, hasta debajo de las piedras. Y Bildu ofreció sus votos a cambio del compromiso de la derogación de la Reforma Laboral antes de que concluyeran las medidas extraordinarias frente a la pandemia, en previsión de los posibles despidos que pudieran producirse.
 La noticia de este acuerdo suscitó diversos tipos de críticas, unas por los términos exactos de la propuesta y las más abruptas porque la parte contratante de la primera parte fuera Bildu. Los gritos que se pusieron especialmente en el cielo de los empresarios, no tenían mucho sentido ya que la propuesta estaba incluida en el pacto de Gobierno con Podemos, por lo que, la cuestión no era para rasgarse las vestiduras. Sin embargo, se utilizó para calentar el Congreso durante días y traer, de paso, fantasmas del pasado. Pero como el pasado está escrito y no sabe de colores, aguarda en las hemerotecas desde las que se pueden traer también recuerdos fantasmales de tiempos en los que hubo un presidente que en privado hablaba catalán y sigiloso favorecía a los presos de ETA, cuando ni siquiera ésta había abandonado las armas. Aquel partido desarrolló una política penitenciaria entre los años 1996 y 2000 favorable a los reclusos etarras, coincidiendo con la tregua de 13 meses (septiembre de 1998-noviembre 1999) de la banda armada y no se pusieron condiciones a aquel diálogo, ni hubo verificación de que el alto al fuego fuera real, ya que durante la tregua continuaron la violencia callejera y la extorsión a los empresarios en Euskadi. 
Entre las medidas favorables a los presos de ETA aprobadas por aquel gobierno se encontraron el acercamiento de 33 presos a las cárceles del País Vasco en 1996. Tras el asesinato del concejal,  Miguel Ángel Blanco, en 1997, se concedió el acercamiento a 26 presos y se otorgaron 7 terceros grados. En 1998 se aprobó el acercamiento a otros 26 reclusos, entre ellos los más sanguinarios como Domingo Troitiño, que participó en la matanza de Hipercor y se concedieron 4 terceros grados.  Y en 1999 se permitieron 105 traslados a cárceles de Esukadi y 9 terceros grados, incluso se anunció la posibilidad de conceder la libertad condicional a una decena de presos que habían cumplido las tres cuartas partes de la condena”.
Las líneas rojas del antes sí y ahora no, se difuminan con el tiempo y el espacio, pero su rastro llega, como las ondas gravitacionales, a todos los rincones del universo.

Noticia de El País del 30 de junio de 2006

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