Nunca
antes habíamos vivido una situación similar. Sólo en las películas y en la
imaginación de creativos distópicos podían existir escenarios como los que estamos
conociendo en estos últimos días. La pandemia sigue extendiéndose por el mundo silenciosa
y agresiva, poniendo a prueba a una humanidad que se creía preparada para
cualquier contingencia. Una vez más la soberbia humana es menospreciada por la
naturaleza, recordándonos nuestra inconmensurable vulnerabilidad.
Este
virus ha llegado en un momento de curiosa ironía. Justo cuando el
neoliberalismo económico era más voraz y los estados de bienestar de los países
estaban más debilitados. Después de años de recortes en sanidad, por parte de
los partidos de derecha y ultraliberales, se pone en evidencia la necesidad de
una sanidad pública fuerte. Cuando los hospitales públicos presentaban más carencias
de recursos humanos y materiales, como consecuencia de políticas que, en lugar
de fortalecerlos, prefirieron amnistías fiscales o despilfarro, aparece el Covid-19,
retando nuestra capacidad de superación.
Los
gobiernos y los partidos de oposición, independientemente de su ideología deben
trabajar juntos para afrontar un futuro que se presiente incierto. Si los
extraterrestres del film de Denis Villeneuve La llegada, fueron capaces
de unir a toda la humanidad para prevenir catástrofes futuras, el “corona virus”
nos invita a seguir el ejemplo. Y este nuevo
gesto de entendimiento entre todos los hombres y mujeres del mundo podría construir
también nuevos panoramas hasta ahora inexplorados. Se está registrando una reducción
de la contaminación en todo el planeta a niveles desconocidos, se están
inaugurando nuevas formas de producción como el teletrabajo que contribuiría a
mantener la disminución del efecto invernadero, se están discutiendo las bondades
del liberalismo, se está desarrollando la solidaridad vecinal y, además, por
primera vez en la Historia de la Humanidad, el varón también está confinado en
casa.
A
menudo, los cambios son paulatinos y obligan al paso de los años a reconocerse.
Pero otras veces, son abruptos y radicales. Quizás el que estemos viviendo en
estos días corresponda a este último y, como en las películas de ciencia de
ficción con final feliz, nos conduzca a una utopía que ni siquiera los más
optimistas cineastas hayan podido imaginar.
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