El cine entre la domesticación y la reivindicación


Fotograma de la película Armas al hombro dirigida por Charles Chaplin en 1918
Que el cine se haya utilizado desde el principio como instrumento al servicio de la ideología dominante, tiene a día de hoy poca discusión y como muestra de ello están las filmotecas llenas de ejemplos. La película El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl es cine entendido como arma de propaganda, al igual que el film de Frank Capra Por qué luchamos. No obstante, el cine también puede ser tecnología de subversión o herramienta con capacidad de desarrollar funciones educativas, pedagógicas e incluso instructivas como las que le fueron atribuidas al cinematógrafo en su propia época, a principios del siglo XX.
El cine desde que se implantó en las principales capitales europeas alternó su rol de espectáculo y por lo tanto su función de ocio con el de agitador de conciencias. Los operadores de cámara, trabajadores de las primeras e incipientes productoras de cine se trasladaron hasta los mismos campos de batalla de la Primera Guerra Mundial para llevar al público que acudía a las proyecciones de cinematógrafo, las imágenes allí tomadas. Estas “vistas” se anunciaban en los periódicos de la época junto a las películas, con objeto de lograr la atracción del público. Así, por ejemplo el 4 de septiembre de 1914 El Noticiero Sevillano en la sección “NOTICIAS LOCALES” publicaría: “Teatro Eslava.- Mañana viernes Día de Moda debutarán los extraordinarios barristas cómicos "Los Justinos" y se exhibirá la primera película de la serie de la Guerra Europea, en la cual figuran entre otras interesantes escenas la del bombardeo de Belgrado, las tropas belgas partiendo para la guerra, los reyes aclamados y la movilización de Montenegro.” Con ello se sensibilizaba a la sociedad española que, aunque ajena a esta guerra, podía así, descubrir el horror y la tragedia de la contienda. Del mismo modo ocurriría con anterioridad en 1909 en relación al conflicto que España mantuvo con Marruecos, denominado “Guerra de Melilla”. El 30 de noviembre de este mismo año El Noticiero Sevillano en la sección “TEATROS Y ARTISTAS” publicaría: “Salón Imperial.- Esta noche se exhibirá por primera vez una cinta de 800 metros obtenida en el campo de operaciones de Melilla, que contiene interesantísimos detalles de la guerra y en el que se ve el célebre combate del 20 de Septiembre.” Pero cuando el cine se erige en auténtico agitador de conciencias es durante la II Guerra Mundial. El pasado 27 de enero se conmemoró el 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz en el que más de 6 millones de personas fueron torturadas y asesinadas bajo la bandera de la cruz gamada. Aunque fueron los soviéticos, los primeros en entrar en el campo de concentración y descubrir el horror, el ejército americano había enviado a cinco de  sus mejores cineastas a tomar imágenes de la guerra “in situ” y fue George Steven el que grabó las imágenes de Auschwitz, imágenes que, a día de hoy se encuentran en la mayoría de nuestras retinas, y  dieron la auténtica dimensión de la atrocidad allí cometida.  John Huston, por su parte, realizó una película sobre los soldados americanos ingresados en un sanatorio mental diagnosticados con síndrome postraumático que el Ejército americano se negó a exhibir al público ante la crudeza de la realidad que describía. Esta película titulada Que se haga la luz  no se proyectaría hasta 1980 evitando las posibles reacciones que hubiera provocado en la sociedad en contra de la posterior guerra de Vietnam.
El cine desde sus orígenes generó simpatías y antipatías que se fueron reflejando en las páginas de los diarios finiseculares, provocando incluso polémicas entre los propios periodistas. El cine se enfrentó desde  el principio a su doble naturaleza al ponerse al servicio del poder o de la subversión. Y hasta nuestros días continua fluctuando entre la sumisión o la reivindicación.

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