EL ALMA DE LA REPÚBLICA


Si en algo se caracterizó la II República fue por su gran afán educador. La intensa labor de construcción de edificios para albergar la Escuela Pública permitió sortear la crisis económica mundial propiciada por el crac del 29 y con la subida de sueldos de maestras y maestros se dignificó una profesión denostada hasta el momento. Fueron los años de la madurez de la Institución Libre de Enseñanza, seno de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando fuera de España, y fueron aquellos los años en los que Federico García Lorca colaboró con varios proyectos culturales del Gobierno, con el objetivo de fomentar un mayor intercambio entre la cultura de las ciudades y la de los pueblos. Fue así como nació La Barraca, organización de teatro universitario que recorrería los pueblos de España llevando representaciones de teatro clásico bajo la dirección de Lorca.
El proyecto educativo del gobierno republicano español, profundamente progresista, valiente y transformador que pretendía terminar con el analfabetismo y formar a los hombres y mujeres del futuro, fue interiorizado fundamentalmente y llevado a las escuelas por los maestros y maestras y sería la causa, después,  de la mayor y más violenta represión franquista.

El documental “Las Maestras de la República” realizado por FETE-UGT y dirigido por Pilar Pérez rescata de la memoria los testimonios de familiares de maestras y maestros que fueron violentamente represaliados por defender los ideales de la República: la igualdad, la libertad y la solidaridad. Estos ideales fueron emblema de la escuela pública que, por primera vez en España, se consolidaba porque, como dijera la maestra María Sánchez Arbós, sobre cuyos escritos se basa parte del documental, “cuando todo español sepa leer y tenga ansias de leer, habrá una nueva España”.
El alma de la República fue el alma de las maestras y los maestros que creyeron en el modelo pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza y en la base ideológica del partido socialista, sintetizada en la frase: “más escuelas y mejores maestros/as”. Hasta este momento, la educación había estado en manos de la Iglesia, a donde iría a parar de nuevo después de la guerra dejando de ser universal e igualitaria.

La línea argumental de este conmovedor documental es el diario de María Sánchez Arbós, en el que va derramando su pensamiento y descubriendo su vocación sincera, que como la de tantas otras maestras vieron truncada con el final de la guerra civil. “Educar para la convivencia, escribía Arbós, educar para adquirir conciencia de la justicia, educar en la igualdad para que no se pierda un solo talento por falta de oportunidades”.

Pero con la represión franquista, estos ideales de libertad, igualdad y solidaridad fueron enterrados junto a muchas de estas maestras asesinadas, exiliados junto a las que lograron huir u olvidados tras el pernicioso periodo denominado depuración, en el que las mujeres sufrieron doblemente, por ser maestras y por ser mujeres valientes, inteligentes y transgresoras del modelo tradicional de mujer.

Todo ese esfuerzo en dignificar una profesión que se lograba tras cuatro años de estudios, se perdió tras la guerra al dejar la enseñanza en manos de la Iglesia o de maestros/as a los que se le exigía únicamente un titulillo o ser consorte de un alférez provisional.

Pero no todo se perdió, y este documental es prueba de ello. Los testimonios de sus protagonistas, así como el de los estudiosos que participan en él, ponen de manifiesto que la memoria de aquellas historias sigue viva. Como la de Hilda Farfante, hija de maestros,  que recuerda entre sollozos como su tía le tapaba la boca para que dejara de gritar quienes habían asesinado a sus padres, mientras levantaba la otra para gritar viva España, humillada y avergonzada. “Esa es la imagen de aquellos tiempos, dice Hilda,  y por ello, no volví a gritar en la vida, hasta hace doce años. Desde entonces no he parado de gritar, porque tengo muchos gritos aquí dentro”.

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