GUSANOS

In Ictu Oculi de Valdés Leal

Cuando en un cesto hay una fruta podrida lo más probable es que termine estropeando a las demás y es del género sensato tirar a la basura la que no está en buenas condiciones para salvaguardar al resto y al propio frutero.
Cuando un miembro se cangrena y se demuestra que no hay otro remedio, se opta por cortar por lo sano para evitar que la enfermedad contagie a otras partes del cuerpo.
Y cuando en una organización se observan comportamientos contrarios a las propias señas de identidad, se aísla al sujeto, se le somete a análisis y, solventada la cuestión, se corrige la desviación.

Pero, cuando no es un sujeto, sino un grupo muy numeroso de sujetos realizando prácticas abusivas y denigratorias durante mucho, mucho tiempo y no se toman medidas correctoras, el problema trasciende al sujeto y se instala en la misma organización, poniendo en grave riesgo su credibilidad.
Entre los muchos horrores de los que es capaz el ser humano, la pederastia se encuentra entre los mayores y si a ella se le suma la desobediencia a un voto religioso de castidad el hecho resulta inadmisible.

Que una organización como la Iglesia Católica, con sedes en todo el mundo, ejerciendo una de las mayores influencias en las vidas públicas y privadas de la sociedad, haya mantenido durante décadas entre sus servidores a pederastas de todo tipo y edad es algo absolutamente injustificable.
Una organización consciente a día de hoy de que el celibato se impuso en la Edad Media con objeto de concentrar las propiedades donadas por los fieles y evitar posibles divisiones patrimoniales, debería haber reflexionado sobre ello y en un alarde de modernidad haberse adaptado al cambio de los tiempos. Nada más lejos de la realidad.

Hasta la fecha, la Iglesia, no ha hecho más que esconder y negar los delitos de sus frutos corruptos y por ello hay que agradecer al Papa Francisco que hoy 21 de febrero de 2019, inaugure la Cumbre sobre abusos en el Vaticano, que serviría realmente de algo si tras ella, se permitiera juzgar los abusos sexuales de los curas por los códigos penales y no por el código canónico en el que las sanciones son infinitamente más leves.

Desconocemos si esta Cumbre vendrá a curar la enfermedad, pero está claro que es el síntoma de una cangrena que debía haberse tomado en serio hace mucho tiempo y que ha estado descomponiendo los cimientos de una institución a la vez que la vida de cientos de miles de niños.

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