LA DIFERENCIA


Hoy 27 de enero se cumplen 74 años de la liberación de los presos de Auschwitz-Birkenau y desde el año 2005 los supervivientes de este campo de concentración nazi, y delegaciones de varios países conmemoran este día para no olvidar.
Durante el acto que se celebra anualmente, tras una ofrenda floral, los exprisioneros comparten su experiencia con los asistentes y posteriormente se realiza una oración en recuerdo de las víctimas.
Según los historiadores, en este campo de concentración que actualmente es patrimonio de la Humanidad de la Unesco y un museo-memorial de 200 hectáreas, fueron asesinadas más de un millón de personas.
Con este acto, las autoridades y la ciudadanía realizan un ejercicio de memoria histórica con el único objetivo de recordar lo que sucedió para evitar que vuelva a repetirse. Y este lugar en el que los nazis cometieron atrocidades inimaginales es hoy visitado por miles de personas, entre ellas, estudiantes españoles sensibilizados que aprovechan sus viajes de fin de curso para conocer ese terrible pasado.
Sin embargo estos mismos estudiantes desconocen en su mayoría que más de 9.000 españoles y españolas pasaron por los campos de la muerte de Hitler, enviados directamente por el dictador Francisco Franco por sus afiliaciones políticas.
Estos mismos estudiantes conocen perfectamente las consecuencias del nazismo, pero desconocen que significó la represión franquista en su propio país. Visitan el museo en memoria de las víctimas del nazismo pero ignoran su pasado más reciente enterrado en las cunetas y en fosas comunes abandonadas.
Nadie les cuenta que durante el franquismo cientos de miles de  personas fueron asesinadas por su pertenencia a partidos de izquierda o a sindicatos. Nadie les explica que desde que terminó la Guerra Civil en 1939  y hasta bien entrado los años 50 se sucedieron en España los peores episodios de represión y terror.
Si los nazis se quedaron con las propiedades de los judíos que luego llevaban a los campos de concentración para su exterminio, el franquismo se apropió de las viviendas, los bienes y propiedades de los presos políticos que posteriormente fusilaba en las tapias de los cementerios o llevaba también a campos de concentración o se les condenaba a trabajos forzados como en el Canal de los Presos en Sevilla o el Valle de Los Caídos en Madrid.
La sistemática represión franquista que obligó al despido laboral de miles de profesores y profesoras republicanas, entre otros, llegaba también hasta sus familiares a los que se les torturaba por sus vínculos sanguíneos y se les sometía a juicios civiles o consejos de guerra sumarísimos que podían conllevar años de prisión, e incluso la  pena de muerte, a través de una tupida red de informes y denuncias en la que participaban el ejército, la policía, la Guardia Civil, Falange, el Ayuntamiento y la Guardia Urbana.
Esta violencia física, económica, política y cultural que sufrieron los republicanos españoles y hombres y mujeres progresistas ha significado, según un informe de la Asociación de Jueces para la Democracia, situar a España como el segundo país del mundo, después de Camboya,  en número de desaparecidos cuyos restos no han sido recuperados ni identificados.  Y a los 114.000 desaparecidos contabilizados, habría que añadir los  30.000 bebés robados y entregados a familias afines al régimen franquista.
El terror es el mismo donde se practique, la diferencia radica en que la herida que ocasionó el holocausto nazi se cicatriza constantemente, cada vez que se recuerda y se rememora, mientras que la herida del holocausto franquista sigue abierta por la enorme resistencia a reconocer el daño y las víctimas.

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