NAVIDAD, SOLSTICIO DE INVIERNO


Hasta donde nos alcanza la memoria la humanidad ha tenido siempre la necesidad de encapsular el tiempo. De medirlo y contarlo como el personaje del Principito se afanaba en llevar la cuenta de las estrellas que observaba en el firmamento.
Los pueblos antiguos fueron creando calendarios tras procurar entender el movimiento de astros y planetas. Con ellos intentaban controlar los tiempos de caza primero y de siembra después, pretendiendo descubrir los designios que los dioses les tenían reservados.

Así, decidieron que un año correspondería a los 365 días que la Tierra tarda en dar la vuelta al sol y que un día duraría las 24 horas que la Tierra tarda en girar sobre sí misma. Los solsticios y equinoccios serían las cuatro estaciones y a cada una de ellas, posteriormente, habría que darles un motivo para festejar.
Desde Babilonia y con el tamiz del mundo romano llegó a Occidente la festividad del solsticio de invierno o sol invictus convertida luego en la Navidad. De aquel lejano mundo en el que el Dios Mitra moría para renacer al tercer día, llegó a Roma una celebración que se remozaría y pasaría a denominarse Saturnales, conmemorando la muerte y renacimiento del sol y teniendo su cenit el 25 de diciembre.

Con la llegada del cristianismo hubo que adaptar la antigua tradición a la nueva religión y por ello se hizo coincidir el nacimiento de Jesús con el 25 de diciembre manteniendo la celebración de esa festividad en el tiempo.
Hasta donde nos alcanza la memoria la humanidad ha repetido rituales que han dado sentido a su existencia. Ha memorizado gestos y conservado la costumbre como fortaleza de identidad.

La Navidad lleva con nosotros más de 5.000 años. Babilonia, Roma, el mundo escandinavo del que llegó San Nicolás y Papa Noel como nuevas formas del dios Odín que repartía regalos con un enorme sombrero, hasta Oriente Próximo con el nacimiento de Jesús en Belén, la Navidad nos ha acompañado y nos invita, año tras año, a seguir rememorando nuestro ancestral vínculo con las estrellas.

 

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