LAS HUELLAS DEL FUTURO


Reconocer una huella significa descubrir un impacto, un señuelo o incluso un mensaje del pasado. Las huellas de los dinosaurios nos ayudaron a descifrar muchas de las incógnitas de aquel tiempo remoto y las huellas que nuestros antepasados dejaron en Altamira nos enseñaron a comprender aquel lejano mundo.

En la actualidad y ante el temor de los terribles efectos del cambio climático, las empresas y los gobiernos se han propuesto conocer las huellas que las actividades de la humanidad dejan en la tierra. Entre ellas, se encuentra la Huella Hídrica, La Huella Ecológica o la Huella de Carbono. Con su análisis se pretende calcular la cantidad de agua requerida o de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera como consecuencia de una actividad determinada, bien sea la actividad necesaria para la fabricación de un producto, para la prestación de un servicio, o para el funcionamiento de una organización.

En la búsqueda por el desarrollo sostenible, esta cuantificación ayuda a tomar conciencia del impacto que generan las actividades humanas en el calentamiento de la tierra, por lo que la huella de carbono, por ejemplo, se convierte en una herramienta de sensibilización de gran valor.

La utilización de energías renovables para la producción de productos o realización de servicios daría lugar a una huella de carbono menor, así como el uso de la cogeneración como una oportunidad de recuperar energía. La cogeneración es importante porque permite producir electricidad y calor a partir del biogás, fundamentalmente metano, resultante del proceso de digestión de los fangos procedentes de las aguas residuales, permitiendo así mismo consumir energía verde y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En los últimos años se da la  tendencia creciente de considerar las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) como sistemas de recuperación de recursos, en lugar de únicamente instalaciones para la prevención de emisión de contaminantes al medio ambiente. Así, las estaciones depuradoras se podrían entender como “biorrefinerías” ya que el producto bruto entrante, el agua residual, se convierte posteriormente en un producto refinado como son las arenas que se destinan a un segundo uso como relleno de caminos y zanjas o los fangos de los que se obtiene el compost para uso agrícola.

Pero es que además, en las depuradoras se pueden valorizar residuos de otras industrias, ayudándoles así a su eliminación de una forma limpia y ecológica. Este proceso se denomina codigestión y  consiste en el proceso en el que se digieren los fangos procedentes de las aguas residuales con otros residuos de diferentes procedencias, fundamentalmente de la industria agroalimentaria (cárnicas, frutas, bebidas, lácteas y de alimentación para mascotas).  A todas estas toneladas de residuos, cuando entran en la EDAR, se les da un registro y una certificación con objeto de poder conocer así el destino final de estos residuos que, de otra forma, irían a parar, en el mejor de los casos a un vertedero, con la consecuente contaminación por la emisión de gases de efecto invernadero derivada de su propia descomposición.  
El incremento del uso de energías limpias debería ser una de las principales apuestas de gobiernos y empresas que, de forma sincera, se propongan reducir el calentamiento global y el consecuente cambio climático. Su utilización no sería el único camino para lograr el gran reto que tenemos ante nosotros, pero si sería uno de los más importantes.


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